A modo de introducción
“En la montaña el ciclista no se enfrenta solamente al relieve, está entregado a sí mismo y toma conciencia de su terrible soledad”.
Esta cita de Henri Desgrange, uno de los padres del Tour de Francia, se materializa en nuestras propias carnes cuando participamos en la mítica etapa pirenaica entre Luchon y Bayona. Allí, mientras ascendemos uno tras otro los puertos que conforman el “Círculo de la Muerte”, como lo denominaban los primeros ciclistas del Tour que se enfrentaron a estos colosos, sentimos que, a pesar de ser unos cientos los cicloturistas que ascendemos a diferentes ritmos por la carretera, estamos realmente solos con nuestra propia conciencia de nuestro ser, de nuestro sufrimiento, de nuestras carencias. Allí, curva tras curva, kilómetro tras kilómetro, al margen de que a nuestro lado sintamos a otros como nosotros y hablemos con ellos de vez en cuando, eres tú mismo quien ha de pasar por ello. Nadie te puede ayudar, nadie te puede aliviar de un peso que, puerto tras puerto, se va haciendo cada vez mayor y que, bien lo sabes, sólo se alivia cuando llegas a Bayona y entonces sí puedes decir que has cumplido tu sueño, que sabes algo más de aquellos ciclistas de la leyenda, que ya eres parte de los Pirineos ciclistas.
Y fue otro ciclista, éste de los tiempos actuales, un pequeño escalador italiano llamado Leonardo Piepoli, quien en una entrevista dijo: “Al final eres tú, una bicicleta y un puerto que te espera”. Y mientras yo voy tomando conciencia de mi propia soledad en cada uno de los puertos de la etapa, no dejo de pensar en la gran mentira de Piepoli, pues no es un puerto el que te espera, sino que es uno, y luego otro, y luego otro, y luego otro, y luego otro, y luego otro... ¡Je! Si sólo fuera uno...
Y puestos ya a citar y a recordar el pasado (algo inevitable cuando participas en la Luchon Bayona, que no es sino un monumento al pasado del ciclismo), no puedo dejar de pensar en aquel periodista de L’Auto, Alphonse Steines, quien envío el famoso telegrama a su periódico tras haber sido dado por desaparecido entre la nieve del Tourmalet en abril de 1910 y en el que escribió eso de “Tourmalet pasado. Stop. Muy buena ruta. Stop. Perfectamente practicable. Stop”. ¡Qué ironía! Si en vez del entusiasta y optimista Steines, el enviado hubiese sido un periodista pusilánime y acobardado quizás hoy en día no estaría yo escribiendo una crónica de mi participación en esta marcha que conmemora aquella primera etapa de montaña del Tour de Francia que tuvo lugar el 21 de julio de 1910.
Pero Steines era valiente, optimista y un amante de la aventura. Y algo de ese espíritu se nos debe de pegar a los cicloturistas que afrontamos un recorrido de 326 km con los puertos de Peyresourde, Aspin, Tourmalet, Soulor, Aubisque y Osquich, para poder hacerlo, aunque sea en dos días, como ha sido mi caso este año. Es cierto que lo suyo, lo mítico, es hacer el recorrido de un tirón, pero ese objetivo ya lo culminé hace unos años y en esta ocasión he preferido sufrir un poco menos. Ya sé que no es lo mismo, pero...
De aquel año 1910 podemos recordar que fue Octave Lapize, ganador final del Tour, quien ganó la etapa al sprint a Albini. Su tiempo fue de 14 horas y 10 minutos. Sólo 10 corredores de 59 llegaron dentro del control. Lapize dejó para la historia en el Aubisque su acusación de “asesinos” a los organizadores, y siempre que paso por ahí me acuerdo de él.Y fue en 1932 cuando cuatro fanáticos amantes de la bicicleta y del Tour de Francia decidieron emular a sus ídolos: Calanne, Janot, Duffaurel y Lapouble completaron la primera Bayona - Luchón cicloturista. Y desde entonces hasta hoy se viene organizando esta grandísima epopeya cicloturista. Un verdadero mito.
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