jueves, 20 de marzo de 2008

Especial Clásicas II: La Milán San Remo



Este sábado se corre la Classicissima, así que aquí va la primera entrega de mis reportajes sobre las Clásicas publicados en Pedalier.

A disfrutar.

Milán San Remo: la más larga
En 1905, Signore Costamagna, gerente del diario “La Gazzetta dello Sport”, planeó una carrera que uniera Milán con San Remo, sin ni siquiera saber si era posible hacer ese recorrido sobre una bicicleta. Así que encargó a un corredor de la época, Giovanni Gerbi, que fuera a probar la ruta, y como Gerbi dio su conformidad a la idea, anunciaron a bombo y platillo la celebración de la carrera, que se corrió por primera vez en 1907, siendo el primer vencedor Lucien Petit-Breton, uno de los grandes de la época, y llegando el propio Giovanni Gerbi en tercera posición.
No pasarían muchos años para que la carrera italiana más importante, tras el Giro d’Italia, comenzara a engrosar su leyenda.
El 3 de abril de 1910, en su cuarta edición, tomaron la salida 71 corredores. Aquel día, el frío fue el protagonista y muchos periodistas calificaron esa edición de apocalíptica. Durante los casi 300 km, los ciclistas fueron abandonando a medida que las condiciones meteorológicas iban empeorando. En algunos puntos del recorrido se acumulaba en los bordes de la carretera hasta 30 cm de nieve. Una nieve que caía a ratos, y a ratos daba paso a la lluvia o al granizo helador.
Eugène Cristophe -el mismo que en 1913 pasaría a la historia del Tour de Francia por arreglarse la horquilla en una forja de Ste. Marie du Campan, al pie del Tourmalet- sufrió lo indecible en el Turchino, el puerto que precede en el recorrido a la carretera junto al mar que llega a San Remo. Cristophe, como el resto de los pocos participantes que aún sobrevivían, hubo de pararse víctima del frío y de la tormenta de nieve que hacía casi imposible el avanzar. Gracias a una prenda de lana que le prestaron, el francés tuvo el valor de continuar, y llegó por fin en solitario a la meta de la Vía Roma, con horas de ventaja sobre los otros tres únicos participantes que lograron terminar aquella carrera inhumana. Eugène tuvo que permanecer un mes en un hospital para recuperarse de las congelaciones y del agotamiento.
La ya centenaria Milán San Remo es la carrera más larga de la temporada, con su 294 clásicos kilómetros, y por celebrarse en marzo se la conoce como “la Primavera”, aunque también hay quien la denomina “el Mundial de Primavera”, pues para muchos corredores, sobre todo para los italianos, ganar en San Remo es solucionar toda la temporada.
Pero el apodo más famoso y por el que mejor se la conoce es el de “Classicissima”. Y otro clásico del ciclismo, quizás el más clásico si nos atenemos a las innumerables veces que aparece su nombre en el palmarés de casi todas las carreras habidas y por haber, es Eddy Merckx.
El “Caníbal”, como acertadamente se le conocía por su ansía en devorar victorias, tiene el record de triunfos en la Milán San Remo. Merckx subió al podio de San Remo en 1966, 67, 69, 71, 72, 75 y 76. O sea, siete veces y las siete ocupó lo más alto del podio. Un récord casi inigualable. Más recientemente, el esprinter alemán Eric Zabel ha ganado la carrera cuatro veces, siendo segundo en otras dos. Y es, por tanto, al ver el palmarés de la “Classicissima” cuando nos damos cuenta de la importancia de esta carrera, pues entre los ganadores vemos, además de los citados, los nombres de Garrigou, Pelissier, Girardengo, Binda, Bartali, Coppi, Bobet, Van Steenbergen, Poblet, Poulidor, Simpson, Gimondi, Kelly, Fignon, Bugno, Jalabert, Cipollini, Bettini, Freire,... ¡Ah! ¡Qué corredores! ¡Qué carreras! ¡Qué historia!
Ya hemos comentado que esta carrera es la más larga del calendario de clásicas, pues se acerca casi hasta los 300 km. La salida, temprano, se da en la Via della Chiesa de Milán, y se van calentando los corredores por las llanuras de la Lombardía, acercándose a los Apeninos. Hacia la mitad de la carrera es cuando se asciende el Paso Turchino. Después se baja hacia la costa, que ya no se abandonará hasta San Remo. Este tramo es el más complicado, pues la carretera es muy sinuosa y los repechos se suceden. Además, en esta carrera la velocidad es endiablada, tanto que hay corredores, normalmente novatos, que tienen dificultades para poder avituallarse con normalidad.
Colle di Giovo, Capo Mele, Capo Cervo, Capo Berta y la Cipressa, todos ellos forman “el Capi”, una zona tortuosa, donde el pelotón rueda estirado en una lucha sin cuartel por mantener a los líderes cerca de la cabeza, a la espera de que la batalla final se libre en la subida al Poggio (que fue incorporada al recorrido en 1960 para intentar evitar una llegada al sprint), que se sube a casi 50 km/h (¡con casi 300 km en las piernas!).

Milan San Remo cicloturista
Hay que advertir a los cicloturistas que hoy en día se organizan dos versiones de la Milán San Remo para ellos: por un lado está la que organiza la U.C. San Remo, que es la más fiel al trazado profesional y que se organiza el 1 de junio de 2008 (será su 38ª edición); y por otro lado está la Medio Fondo Milán San Remo, organizada por La Gazzetta dello Sport, que son quienes organizan la prueba profesional y que se disputa al día siguiente con un trazado mucho más corto.
La Milán San Remo de la U.C. San Remo, como decimos, se organizó por primera vez en 1971, y su recorrido es de 290 km, prácticamente el mismo que llevan completando los profesionales desde 1907. Es, por tanto, una prueba cicloturista clásica, que logra que los practicantes de la bici, los “amatori” como dicen en Italia, sientan en sus piernas y en todos sus sentidos, lo que es disputar una de las carreras más legendarias del calendario ciclista.
Hay que señalar que, según la opinión de algunos que han participado, la organización vive un poco de la fama y la historia del recorrido, pero que deja bastante que desear en muchos aspectos. Tal vez sea el precio que hay que pagar para poder correr sobre un monumento.
Respecto a la Medio Fondo Milán San Remo, que organiza la propia Gazzetta dello Sport, es una de las tres pruebas que componen la “Challenge Gazzetta”. Las otras dos son la “Medio Fondo e Gran Fondo Giro d’Italia Dolomiti Stars” y la “Medio Fondo Giro di Lombardia”.
La prueba de primavera se organiza al día siguiente de la de los profesionales, y saliendo de San Remo recorre los últimos kilómetros de la “classicissima”, haciendo en total 110 km.
Por último hay que decir que la participación en 2007 en ambas pruebas ha rondado los 900 inscritos.


Información:
www.gazzetta.it/grandeciclismo/misa_index.shtml
http://www.ucsanremo.it/

www.gazzetta.it/challenge

lunes, 17 de marzo de 2008

Especial Clásicas I


Como estamos ya ante una nueva y apasionante temporada de Clásicas, voy a iniciar una serie de posts dedicadas a estas espectaculares carreras. Los textos los escribí para el especial de Clásicas de la revista Pedalier que salió hace un mes. Algunos los habréis leído ya, pero otros seguramente no, así que aquí tenéis la oportunidad de hacerlo.

Empezamos con el capítulo introductorio y luego el resto (son 7 textos sobre otras tantas clásicas -Milán San Remo, Tour de Flandes, París Roubaix, Lieja Bastogne Lieja, Giro de Lombardía, Flecha Valona y la Amstel Gold Race-) los hiré subiendo a medida que se vayan a disputar.


Espero que os gusten.



La novela de las Clásicas
En el apasionante mundo del ciclismo profesional, hay vueltas grandes, vueltas pequeñas, carreras de un día y luego hay clásicas.
Una clásica no es una carrera de un día. Ni siquiera es una carrera de un día que se disputa sobre un trazado sinuoso y con subidas cortas pero duras. Una clásica es una clásica y, como su nombre indica, debe tener un cierto poso histórico detrás.
Las clásicas son carreras con historia. Incluso a cinco de ellas se las considera como verdaderos monumentos ciclistas: Milán San Remo, Tour de Flandes, París Roubaix, Lieja Bastogne Lieja y Giro de Lombardía. En estas carreras queda para nosotros un vivo recuerdo de lo que fueron los inicios de este deporte. Son los únicos vestigios, verdaderos fósiles vivientes, del despertar de la bicicleta a las grandes competiciones. Y por mucho que algunos se empeñen en organizar carreras sobre recorridos largos, duros, plagados de repechos y de subidas empinadas y que les pongan la coletilla de “clásica”, nunca serán lo mismo.
Igual que pasa con las obras musicales y con las grandes obras de la literatura, para que una carrera entre en la denominación de clásica ha debido pasar el filtro del tiempo. Ese filtro que hace que lo bueno permanezca, que sobresalga de entre la muchedumbre, que se valore en su justa medida y que se pueda apreciar su calidad. En fin, que cualquiera no resiste a lo largo de las décadas manteniéndose en cabeza.
Hoy día, son relativamente pocas las carreras importantes que se pueden considerar clásicas. Son, como he apuntado, lo que ha sobrevivido de una época pasada en la que el ciclismo era muy diferente al de hoy. Y, también hay que decirlo, incluso estas Clásicas con mayúsculas tampoco son exactamente como lo eran entonces. Prácticamente, lo único que mantienen del original son los recorridos, más o menos iguales a lo largo de los años. Pero ni las carreteras son iguales (con la excepción de los tramos de pavés que se han conservado y que se incluyen en algunas carreras), ni las bicis son iguales, ni la forma de correr es igual, ni las condiciones en las que corren los ciclistas son iguales.
Todo empezó allá por finales del siglo XIX, cuando el ciclismo empezaba a tener tirón entre el público y surgieron multitud de carreras, todas ellas duras y largas. Algunas no existen ya desde hace mucho, mucho tiempo. Otras han desaparecido del calendario profesional hace relativamente poco. Incluso hay otras que se siguen organizando, aunque no como competición profesional, sino como reto cicloturista, con unas características quizás más parecidas a las que tenían estas carreras en sus inicios, que las que pudieran tener hoy si hubiesen seguido como pruebas para profesionales. Entre estas destacan la París – Brest – París (primera edición en 1891), cuya último año como carrera profesional fue en 1951 y que no se organizó más por falta de corredores dispuestos a correrla; y la Burdeos – París (también de 1891), que fue ganada por Jean-François Rault en 1988 el último año que la disputaron los corredores.
Y es que en la última década del s. XIX el ciclismo se hizo popular. En Gran Bretaña se organizaban muchas pruebas de 24 horas, y los franceses no quisieron ser menos que sus vecinos del otro lado del Canal y así surgieron las pruebas citadas.
La Burdeos París impulsó de gran manera las competiciones ciclistas y, además de en Francia, también surgieron pruebas de gran nivel en otros países, sobre todo en Bélgica e Italia, que por algo son estos tres los países con más tradición ciclista.
Así, de aquellos tiempos heroicos surgieron pruebas míticas, como la Lieja Bastogne Lieja, que vio la luz en 1892, y que es la más antigua de las pruebas que han llegado hasta nosotros; la París Tours, que surgió en 1896; el Tour de Lombardía, de 1905; la Milán San Remo, que se corrió por primera vez en 1907; o el Tour de Flandes, que nació en 1913. Aunque, para muchos, la primera “clásica” de la historia fue la París Rouen (ya desaparecida) que se corrió por primera vez el 7 de noviembre de 1869 sobre un recorrido de 123 km.
En estas páginas vamos a fijarnos un poco más detenidamente en algunas de estas carreras, tanto en su cara más conocida de grandes pruebas del calendario profesional, como en su versión para todos, en su versión cicloturista, que nos permite a los humanos sentirnos un poco dioses, aunque sólo sea por unas horas.Hemos elegido siete, los susodichos cinco monumentos más la Flecha Valona y la Amstel Gold Race. Podrían haber sido otras, pero creemos que la elección es muy apropiada. Así pues, leamos y sepamos un poco más sobre ellas.


sábado, 8 de marzo de 2008

Wish you were here





Hoy he estado reescuchando por enésima vez el álbum de rock sinfónico que, pese a los años, sigue siendo para mí el mejor de la historia. También es verdad que desde que tenía esa edad en la que escuchas música y te compras discos no he sido un fiel seguidor de las novedades musicales.
Pero "Wish you were here", el disco de Pink Floyd, sigue estando ahí, entre los mejores discos de la historia musical, y su canción central, "Wish you were here" me sigue emocionando.
Así que la posteo aquí junto a unos maillots ciclistas que venden en EE.UU. con la portada de los discos de Pink Floyd más famosos.
El ciclista tumbado no está oyendo música, sino que se estaba recuperando en el avituallamiento del Marie Blanque en "La Etapa del Tour" de 2005. Hasta ayer que estuve repasando las fotos no me di cuenta de que llevaba el maillot de "The Dark Side of the Moon", otro mito de Pink Floyd.


So, so you think you can tell
Heaven from Hell,
Blue skys from pain.
Can you tell a green field
From a cold steel rail?
A smile from a veil?
Do you think you can tell?
And did they get you to trade
Your heros for ghosts?
Hot ashes for trees?
Hot air for a cool breeze?
Cold comfort for change?
And did you exchange
A walk on part in the war
For a lead role in a cage?
How I wish, how I wish you were here.
We're just two lost souls
Swimming in a fish bowl,
Year after year,
Running over the same old ground.
What have we found?
The same old fears.
Wish you were here.

miércoles, 5 de marzo de 2008

Bardenas Reales


Las Bardenas (que no Bárdenas) Reales navarras son los restos de un paisaje, lo que queda tras miles y miles de años de erosión.
Hace unos cuantos millones de años eran el fondo de un mar; luego de un lago; luego el lecho seco de ese lago cuya agua encontró salida al Mediterráneo; finalmente el viento y el agua de lluvia hicieron el resto.
Son el presente de un pasado diferente, lo que nos puede mostrar lo que será un futuro diferente del presente que conocemos.
El tiempo pasa, el tiempo se va, como dice una canción de Manu Chao. O dicho de otra forma, todo pasa, nada permanece. Es inútil luchar contra el paso del tiempo, y todo lo que hoy conocemos, lo que amamos, lo que necesitamos, llegará un día en el que, simplemente, desaparecerá, y ni siquiera nos queda el consuelo de pensar que quedará en el recuerdo, pues no quedará nadie para recordarlo.
La foto está tratada en Photoshop, simplemente como un experimento. Por cierto, el que sale soy yo, que tuve que correr para colocarme en el sitio antes de que se terminara el tiempo del disparador automático. Aunque tampoco estaba tan lejos de la cámara, lo que pasa es que el gran angular tiene estas cosas.