lunes, 31 de diciembre de 2007

Nuevo año


Hoy termina un año más (para algunos un año menos).
Para mí, personalmente, ha sido un año extraño, con actividades y experiencias profesionales nuevas y enriquecedoras (como lo son casi todas, aunque sean malas).
Tengo ilusión para 2008, pues estoy inmerso en un nuevo proyecto profesional que espero que nos vaya bien. Además, está directamente relacionado con el cicloturismo, por lo que la ilusión en aún mayor, como podéis imaginar.
Espero poder contaros algo más a lo largo de las próximas semanas. Por ahora sólo os deseo lo mismo para vosotros en el año que empieza mañana: que mantengáis la ilusión en las actividades que tenéis, ya sean profesionales o de otro tipo.

jueves, 20 de diciembre de 2007

"Una historia en bicicleta"


Como todo en esta vida no ha de ser andar en bicicleta o disfrutar del ciclismo, hace unos meses, hojeando libros en una librería me encontré con esta portada y compre esta novela.
"Una historia en bicicleta" (Ron McLarty. Ed. Punto de Lectura, 495 páginas. Título original "The memory of running") nos cuenta la triste vida de Smithy Ide, un gordo de 43 años que pesa 126 kg, que bebe y fuma demasiado y que tiene un trabajo rutinario y que no le llena.
A Smithy se le acaban de morir sus padres en un accidente, y su querida hermana Bethany, enferma mental, hace años que desapareció sin dejar rastro.
Compré el libro porque en su título y en la portada sale una bicicleta, lo reconozco, pero a mí me gusta leer, y cuando comencé a leer la triste vida de Smithy Ide me enganchó por completo, y en menos de una semana me leí entero el libro, y eso que es bastante largo.
Al morir sus padres y quedarse solo en el mundo, Smithy se da cuenta de que su vida es una mierda y encuentra en el trastero de sus padres su vieja bicicleta, una Raleigh, con la que andaba de chaval y con la que su hermana le decía que era un corredor.
Smithy entonces se deja llevar y se monta en la bici años después de haberlo hecho por última vez. Esta gordo y en muy baja forma, pero, al estilo de Forrest Gump, Smithy comienza a pedalear y ahí empieza su viaje hacia el pasado recorriendo EE.UU. de costa a costa en busca de lo que le sucedió a su hermana y en busca de su propia vida, la cual va recuperando poco a poco a medida que pierde peso y se pone en forma.
La novela alterna momentos divertidos, no de risa, con pasajes tristes, donde el autor nos da unas pinceladas de lo malo que tiene la sociedad norteamericana, con su temor a los extraños y su violencia latente.
En fin. Os guste o no la bicicleta os recomiendo que leáis "Una historia en bicicleta". Aprenderéis algo y pasaréis un buen rato.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Área de los Pirineos (y II)

Termino con esta segunda entrega de postear la traducción de los paneles de esta escultura. Que lo disfrutéis.
Cuatro campeones en los Pirineos
La revelación de Robic
La montaña elimina irremediablemente a los menos dotados, causando desfallecimientos y abandonos. Es por ello que a los puertos se les conoce como “jueces de paz”.
Gran escalador y de mucho carácter (no le gustaba que se burlaran de su pequeña estatura), Jean Robic es conocido como “el príncipe de los Pirineos”.
En 1947 Robic ataca en los primeros kilómetros de la etapa pirenaica y recorre en cabeza todo el recorrido. Llega a Pau con 11 minutos de ventaja. Se sienta y ve llegar a los demás. Ese año ganará el Tour, el primero de la postguerra.
Robic se muestra un adversario de gran talla para los grandes campeones italianos Fausto Coppi y Gino Bartali que dominan por entonces la competición. En 1952, año del apogeo de Coppi, Robic se adelanta al tandem irreducible en una larga escapada en el Mont Ventoux.
En 1953, primera victoria de Louison Bobet, el astuto Robic coge un bidón de plomo en la cima del Toumalet, donde había coronado en cabeza, para bajar más rápido. A partir del año pasado el reglamento indica que las bicis no se podrán lastrar durante la carrera.

Bahamontes, o las cualidades específicas de un escalador
Ser bueno en montaña exige cualidades particulares y los mejores escaladores no son necesariamente competitivos en el llano. El Gran Premio de la Montaña y el maillot de lunares rojos distinguen a estos especialistas. Es la relación peso-potencia la que determina a los mejores escaladores. También tienen un ritmo cardiaco adaptado a estos esfuerzos y unas piernas vigorosamente musculadas. El relieve escarpado de los Pirineos obliga a los escaladores a esfuerzos bruscos y continuos cambios de ritmo.
Los Alpes –metidos en el programa del Tour poco después que los Pirineos- se suben con más regularidad.
Federico Martín Bahamontes, como más tarde Lucien Van Impe, consiguió seis veces el Gran Premio de la Montaña. “El águila de Toledo” se consagró mejor escalador en su primera participación en el Tour de 1954. Especialista en cambios de ritmo y en aceleraciones agotadoras, multiplica sus hazañas durante diez años. La armonía de sus gestos le dota de una insolente facilidad para las dificultades montañosas. Bahamontes gana el Tour en 1959. En 1964, con 36 años, se escapa durante 190 km entre Luchon y Pau, y gana el Premio de la Montaña por sexta vez. Bahamontes comía helados en la cima del Tourmalet mientras esperaba a los otros.

Las desventuras de Pou-pou en los Pirineos
Raymond Poulidor ha podido ser el ciclista más célebre; pero nunca ha ganado el Tour de Francia. Pero él, por el contrario, a menudo ha sido segundo (en el 64, 65 y 74) y tercero (62, 66, 69, 72 y 76). La táctica de este recordman de longevidad: dejar la iniciativa a los otros. Una acumulación increíble de desgracias le atrajo la simpatía del público.
En 1973, el campeón ya con 37 años sufrió una caída en el Portet d’Aspet. Poulidor debió abandonar su décimo primer Tour de Francia (como en 1968).
Los duelos entre Raymond Poulidor y el calculador Jacques Anquetil (cinco veces ganador del Tour de Francia) animaron la carrera. Fue un puerto pirenaico el que les iba a separar en 1964. La víspera de la etapa, en lugar de salir a entrenar, Anquetil participó en un sarao. Sus adversarios vieron en ese acto una provocación. Al día siguiente Anquetil es distanciado por Poulidor en la ascensión al puerto de Envalira. Una espesa niebla se cierne sobre el puerto al inicio del descenso, y Poulidor, prudente, ralentiza la marcha. Anquetil, al contrario, acelera. Al pie del puerto, un problema técnico tira a Poulidor al suelo. Pierde su ventaja y Anquetil pasa delante.
Raymond Poulidor era fuerte en montaña. En 1974 dijo adiós como un campeón en los Pirineos pasando el Pla d’Adet en cabeza delante de Merckx.

La escapada solitaria de Eddy Merckx
(La montaña instaura una nueva figura: la escapada en solitario)
En el llano los corredores forman grupos en pelotón para protegerse del viento y no se escapan salvo para el sprint final. En montaña, la velocidad es reducida y la resistencia al aire se convierte en nula. Cada uno corre, por tanto, solo. Solo contra la gravedad.
Eddy Merckx ganó los Tours de 69-70-71-72 y 74. Fue en los Pirineos, en su primera participación en el Tour en 1969, que se revela con su “fantástica cabalgada”: en cabeza en el descenso del Tourmalet, a 140 km de la llegada, y con una confortable ventaja en la general. Merckx acelera arriesgándose inútilmente a un desfallecimiento. El joven corredor de 24 años terminará la etapa solo, dejando tras de sí a los campeones de la época, como Poulidor. Este corredor de excepción podía mantener la más alta intensidad en el esfuerzo durante mucho tiempo. En las etapas de montaña, la gran concentración imprimía en su mirada una misma expresión. El sobrepasó el umbral del dolor. Su sobrenombre fue “el caníbal”.
Bernard Hinault sería su sucesor, algunos años más tarde, en la línea de los supergrandes.

La novela cómica del Tour
En 1954 el periódico l’Equipe envía a un joven “novelista” a cubrir el Tour de Francia. Las crónicas de Antoine Blondin van a detallar la carrera hasta 1982. Cada verano, durante veintiocho años el escrito toma asiento en el coche seguidor. Por la tarde al volver al Hotel, o en el mostrador del bar más próximo, el pasa a limpio sus notas cotidianas, caligrafiadas lentamente sobre un cuaderno de espiral.
“Yo no conozco nada mejor para renovar el vocabulario”, decía. En caso de falta de inspiración el imitaba a los autores clásicos: él adaptó así la célebre novela de Victor Hugo “Leyenda de siglos” transformándola en “Leyenda de ciclos”. Con un estilo entre la poesía épica y la burlesca, transformaba los eventos deportivos del día en tragi-comedias. Los títulos de sus crónicas siempre tenían un juego de palabras, a menudo surgido a partir del nombre de un corredor.
Esta mezcla de deporte y de literatura sedujeron al público y muchos lectores, durante el Tour, compraban l’Equipe especialmente por sus crónicas.

El Tour de Francia: un mito moderno
Algunos días al año, los Pirineos se transforman en un espacio sagrado a donde vienen numerosos espectadores a instalar su tienda de campaña y a abrir su mesa de camping. Lejos del mundo de abajo, esperan el paso de los héroes a los que acechan los demonios, como el del “Hombre del Mazo”. Estos demonios son las fuerzas de la naturaleza, es la montaña ella misma. Como un ritual, este combate mítico debe ser respetado cada año. En el curso de largas escapadas solitarias, los ciclistas exploran la frontera difusa entre lo posible y lo imposible. Vence la montaña, esto es, se vence ella misma. Al terminar esta prueba iniciática que el público sigue con emoción, la victoria es un momento de entrega y de regeneración en el que el signo brillante es el maillot amarillo.

Miguel Indurain marca los Tours de los noventa. Él entra en la leyenda siguiendo a Anquetil, Merckx e Hinault al convertirse en 1995 en el primer corredor de la historia en ganar cinco Tours consecutivos.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Área de los Pirineos (I)


Seguro que muchos de vosotros conocéis la escultura que se encuentra en la cima del Tourmalet que precisamente se llama "El gigante del Tourmalet".

Esta escultura forma parte de la obra “La Grande Boucle” que está erigida en el Área de Servicio “Les Pyrénées”, en el km 129 de la autopista Bayona Toulouse, cerca de Pau.
Esta gran obra de arte pesa está hecha de 30 toneladas de acero, 18 metros de altura y 30 de largo, consta de ocho figuras de ciclistas, y pretende ser un homenaje al paso del Tour de Francia por los Pirineos y a los héroes que han escrito su leyenda. A su alrededor hay una serie de murales que van mostrando diversas hazañas de los ciclistas del Tour en esta cordillera.
La escultura “El Gigante del Tourmalet” (la que se encuentra en la cima del puerto) es la novena figura de ciclista que complementa esta bella obra de arte cuyo autor es el francés Jean-Bernard Métais.
La traducción del texto íntegro de la placa que hay en la cima del Tourmalet junto a la escultura dice: “El Gigante del Tourmalet. 9º personaje de la obra monumental ‘La Grande Boucle’ realizada por el escultor Jean-Bernard Métais, en el Área de los Pirineos (A 64). Esta escultura conmemora el primer paso del Tour de Francia por el Col del Tourmalet en 1910. Con el Tourmalet (2 115 m), el Tour entró en una nueva era: ‘la Alta Montaña’ donde se han escrito las más gloriosas páginas de su historia. El 21 de julio de 1910, Octave Lapize fue el primer corredor del Tour de Francia en franquear el Col del Tourmalet. Él gana la etapa Luchón Bayona (326 km) en 14h 10m. El Gigante del Tourmalet es el homenaje de los Altos Pirineos a los Gigantes de la Ruta, para que viva la leyenda del Tour de Francia.”

A continuación os subo una traducción (no muy exacta) de las explicaciones que se dan en los paneles que rodean la escultura en la autopista.


El Tour de Francia en los Pirineos
de Jean-Bernard Métais
(Inaugurada el 11 de junio de 1996)

El Tour de Francia en los Pirineos en 12 etapas
El Tour de Francia ha dado a conocer los paisajes de la cordillera en el mundo entero. Desde 1910, la ascensión de los puertos por parte de los campeones internacionales del ciclismo provoca una emoción siempre nueva.
Así nació la leyenda ciclista de los Pirineos.
Esta leyenda se evoca a través de algunas etapas alrededor de una escultura monumental que se hace eco del vasto panorama montañoso que se aprecia a lo lejos. La obra fija en el espacio los momentos más intensos de la prueba.

Adelante los Pirineos
La montaña no ha estado siempre en el programa del Tour de Francia. Cuando nació, en 1903, la carrera unió seis grandes ciudades del país por etapas largas y duras. Con tres tubulares de recambio enrollados a la espalda, los ciclistas partían en plena noche por caminos de tierra en bicicletas que pesaban cerca de veinte kilogramos.

Esta gran competición, organizada por Henry Desgrange, dueño del periódico “l’Auto”, resultó un éxito inmediato. Una gran muchedumbre vio el triunfo de Maurice Garin, primer vencedor del Tour.
Sin embargo se habla de una “carrera con trucos”. Esparcidos por el territorio y al abrigo de las miradas, algunos corredores hicieron discretamente parte de la ruta en tren. Pero Desgranges controló la situación. Año tras año el director del Tour, y más tarde sus sucesores, en especial Jacques Goddet, hicieron evolucionar la fórmula. Su objetivo: hacer reinar el orden y asegurar el éxito.

Se piensa en el Tourmalet
En 1910 los organizadores sientan las bases de la fórmula. Los ciclistas parecen estar habituados, desde 1905, a la pequeña montaña de los Vosgos. Se inventan nuevos obstáculos y se sobrepasan los límites de lo posible.
Alphonse Steinès, colaborador de Desgrange, sugiere hacer pasar la carrera por los Pirineos.
Enviado para explorar, el periodista llega una tarde al pie del Tourmalet. A media ascensión, su vehículo se bloquea en la nieve, pero Steinès decide terminar la subida a pie. Hace oídos sordos a los ruegos de su chofer y se adentra solo en la oscuridad.
Pasan las horas.
A media noche se da la alerta y los rescatadores salen a la ruta. Hacia las tres de la mañana, el imprudente reaparece, tras haber luchado diez kilómetros en la nieve.
Al día siguiente telegrafía a su jefe: “Toumalet pasado. Stop. Perfectamente practicable.”
Una vez anunciado al público, el proyecto es fuertemente criticado. El itinerario propuesto por la organización une Luchon y Bayona, escalando en 326 km de caminos de carros cuatro altos puertos: el Peyresourde, el Aspin, el Tourmalet y el Aubisque.
La inquietud es aún mayor puesto que Tourmalet significa “mal Tour”.
El camino del Aubisque, considerado impracticable, se pone en duda.

El primer paso por los puertos
Sin hacer caso a las críticas, los organizadores dan la salida en Luchon el 21 de julio de 1910 a las tres y media de la mañana. Los constructores han dotado a las bicis de frenos especiales. Es ahora a los ciclistas a los que toca superar el desafío.
La batalla va a durar más de dieciséis horas. En los puertos que descubren, la mayor parte de los participantes echan pie a tierra, y sólo Gustave Garrigou asciende el Tourmalet sobre la bici (él recibirá por ello una prima especial de 100 FF). Octave Lapize revela sus excepcionales cualidades de escalador. Seguido por François Faber, él corona los tres primero puertos en cabeza.
El suspense se mantiene y los organizadores a final del día se apostan a mitad del Aubisque. No ven llegar a nadie, y empiezan a pensar en un abandono general.
Al cabo de una hora aparece un joven corredor: François Lafourcade, que acaba de doblar a todos los favoritos. Cerca del desfallecimiento, franquea penosamente la cima del puerto. Quince minutos después llega Lapize. Camina al lado de su bici y grita a los organizadores: “Son Uds. unos asesinos”.
En el descenso atrapa finalmente a Lafourcade y llega primero a Bayona bajo las aclamaciones de la multitud. Los últimos participantes de esta etapa histórica llegarán muy tarde, por la noche, a bordo del coche-escoba.

Momentos intensos en los Pirineos
Con los puertos pirenaicos, el Tour de Francia encontró una dimensión prestigiosa. Los recuerdos se acumulan y surgen en torno de cada curva de la montaña.

La horquilla rota de Christophe
En 1913, Eugène Christophe va segundo en el Tourmalet cuando, de pronto, su horquilla se rompe. ¿Qué hacer? No hay bicis de recambio en esa época. Christophe se obstina y, máquina al hombro, recorre catorce kilómetros hasta el pueblo de Sainte-Marie-de-Campan. Allí, se instala en una forja. Durante todo el rato que dura la reparación es supervisado por los puntillosos comisarios: el reglamento prohíbe cualquier ayuda externa. Cuando por fin termina, Christophe ha perdido cuatro horas. Esta desventura permitirá al corredor, a pesar de no ganar el Tour, entrar en la leyenda. Hoy día hay una placa conmemorativa en el lugar donde estaba esa desaparecida forja.

En 1934, en el descenso del Portet d’Aspet, Antonin Magne, líder de su equipo, rompe su rueda. René Vietto desanda su camino y le cede su bicicleta, renunciando así a sus opciones de victoria.

La caída de Ocaña en el Col de Mente
En 1971, en los Pirineos Luis Ocaña acababa de hacerse con el maillot amarillo, en detrimento de Eddy Merckx, para sorpresa general. En el Col de Mente los dos campeones marchan codo con codo. En el descenso estalla una violenta tormenta. Los frenos apenas funcionan. Merckx se lanza a toda velocidad en un descenso vertiginoso. Ocaña le sigue. En una curva Mercks logra a duras penas evitar una caída. Dos espectadores se arriman y Ocaña no puede esquivarles. Él cae y en el momento que va a levantarse un corredor que viene impacta contra él, y luego otros que no pueden frenar. Ocaña es trasladado al Hospital medio inconsciente. Al día siguiente Merckx renuncia a llevar el maillot amarillo: “este honor debe recaer en Ocaña”.
En 1970 Bernard Thévenet revela sus dotes de escalador al batirse con Merckx en el Tourmalet.
En 1995, en el descenso del Portet d’Aspet, Fabio Casartelli es víctima de una caída de la que no se levantará jamás. Para rendirle homenaje, los corredores efectúan toda la siguiente etapa en pelotón y los seis hombres de su equipo pasan en cabeza la línea de meta en Pau con unos metros de adelanto sobre el pelotón.

martes, 4 de diciembre de 2007

Nueva temporada


La semana pasada he tenido ocasión de estar presente en dos acontecimientos del ciclismo profesional en Euskadi.

Por un lado asistí a la rueda de prensa del Euskaltel-Euskadi en Derio, donde se presentaron las líneas maestras de la temporada 2008. Como explicaron los responsables del equipo, 2008 debe ser el año de la confirmación de lo que ha sido 2007 en la historia del equipo vasco: la imagen del equipo ha de ser el de una formación que lucha por estar ahí, por estar presente en los momentos decisivos de las carreras, por dejarse la piel no ya por ganar, sino por demostrar que se corre con ambición, sin conservadurismo, en fin, que los seguidores del equipo, que la afición de Euskadi, vea que el equipo disputa las carreras, aunque no las gane.
Esperemos que todo vaya bien. Parece, y es la imagen que transmite todo el conjunto naranja, que esa actitud es la que va a primar a lo largo de la temporada. Como dijo Igor González de Galdeano, ganar es importante, pero lograrlo habiendo sido fiel a los valores del equipo deja un sabor más dulce.




Por otra parte, el domingo estuve disfrutando del mejor ciclo-cross del mundo en Igorre, donde la suerte del campeón se alió con Sven Nys.
Hay dos cosas que me llamaron la atención: por un lado la presencia en los puestos de honor de "abuelos" como Groenendaal, que son un ejemplo de que un deportista, si ama su deporte y se cuida, puede prolongar su carrera más allá de lo que muchos creen; y por otro lado la limitada calidad de nuestros ciclistas en esta especialidad invernal en cuanto compiten con los extranjeros.
Supongo que será porque en otros países como Belgica u Holanda, los ciclistas que se dedican al ciclo-cross pueden vivir bien de ello, y en cambio aquí practicamente todos hacen ciclo-cross en invierno pensando en que les va a venir bien para la temporada de carretera.