sábado, 31 de enero de 2009

Una bici en el fondo del Océano Antártico

Acabo de terminar de leer dos interesantes libros sobre la expedición a la Antártida que Ernest Shackleton lideró entre 1914 y 1916.
Uno es "Atrapados en el hielo", de Caroline Alexander, publicado por Planeta, y que incluye muchas de las fotografías que el australiano Frank Hurley tomó durante el viaje.
El otro está editado en España por Desnivel y se titula "Lecciones de liderazgo: las diez estrategias de Shackleton en su gran expedición antártica", y es de Dennis Perkins y otros autores.
Hay que empezar diciendo que la expedición en sí misma fue un rotundo fracaso, pues Shackleton pretendía ser el primero en atravesar el continente antártico y no pudo ni siquiera tocar tierra al quedar su barco, el hermoso velero "Endurance", atrapado en la banquisa de hielo hasta que la presión del mar helado lo destrozó.
Pero ese en teoría fracaso fue el inicio de una aventura épica por la que Ernest Shackleton pasó a la historia como un líder fuera de lo común que logró salvar a todos sus hombres tras pasar veinte meses perdidos entre los hielos. Primero vivieron con cierta comodidad en su barco hasta que el hielo se cobró su tributo y aplasto al buque y lo hundió en el Océano helado. Luego sobrevivieron varios meses sobre los témpanos de hielo derivando poco a poco hacia el norte, hasta que el hielo se resquebrajó tanto bajo sus pies que tuvieron que embarcarse en los frágiles botes del "Endurance" en una peligrosa travesía hasta la Isla Elefante, un pico de la Antártida al sur de Cabo de Hornos.
De allí, Shackleton y algunos hombre realizaron una fantástica navegación a vela de 16 días en uno de los botes hasta la Isla San Pedro, único lugar donde podían encontrar ayuda pues allí había una base ballenera noruega. En este viaje sobrevivieron a una enorme tormenta que hundió a un gran vapor de 500 Tm que navegaba más al norte que ellos. Luego, tras desembarcar en una punta de la Isla San Pedro, Ernest Shackleton junto a dos hombres caminaron sin parar durante 36 horas entre montañas de hielo hasta llegar a la base noruega, a la civilización, donde pudieron por fin decir al mundo que estaban vivos. Aún tardó Shackleton varios meses en poder conseguir un barco capaz de atravesar los hielos para llegar a la Isla Elefante y encontrar, con gran alivio, que todos sus hombres seguían vivos tras casi dos años en unas condiciones durísimas y con una alimentación deficiente casi a base de carne de pingüino y de foca.
La aventura en sí misma fue un éxito de la voluntad y la perseverancia humana, y de la confianza ciega de Shackleton en sus propias posibilidades de sobrevivir.
Pero viene este post a cuento aquí, en un blog de cicloturismo, porque en el libro he leído una frase que contaba cómo uno de los hombres de la expedición, Thomas Orde-Lees (en la foto), un hombre atlético, amante de deportes como el esquí y la bicicleta, se llevó a la expedición su bici y mientras el barco estaba entre los hielos él se dedicaba a salir por la banquisa a dar excursiones con la bici, hasta que un día se perdió y tras encontrarle Shackleton le prohibió salir del barco en la bicicleta.
Así que allí quedó esa histórica bici, entre los restos del "Endurance" en el fondo del Antártico.
¡Qué bonita historia! ¡Cuánto valor había en aquellos hombres que poco después de regresar a la civilización estaban casi todos en diferentes frentes de la I Guerra Mundial!



jueves, 22 de enero de 2009

Capilla Solferino (Luz St. Sauveur)


Por extraño que parezca en alguien al que le gustan tanto los Pirineos, nunca había estado en la zona central de la cordillera en invierno.
Así que, para corregir esto, en Navidades me fui con mi hijo unos días a Luz St. Sauveur, al pie del Tourmalet, a ver Gavarnie bajo el hielo.
Entre otras fotos saqué ésta de la Capilla Solferino desde las termas de Luz (qué buenos baños nos dimos en la piscina, por cierto).
Esta Capilla que domina el pueblo la mandó construir Napoleón III para celebrar una feliz victoria para él.
Me gusta la foto porque a pesar de la grandeza de las edificaciones humanas, su lugar se relativiza al compararlas con las gigantescas construcciones de la naturaleza.
Está tomada con mi Canon 20D y un teleobjetivo Canon 70-200 en posición 70 mm, con una apertura F/4 y una velocidad de 2 segundos a 100 ISO. Por supuesto con trípode.

domingo, 18 de enero de 2009

Unai Basurko ya está en casa


Unai Basurko atracó ayer con su Pakea-Bizkaia en el puerto deportivo de Getxo, y ya está en casa tras más de dos meses metido en ese cascarón en el que se convierte un barco, pese a que sea tan bonito como el Pakea-Bizkaia.
Fue una lástima la rotura del timón de estribor y la consiguiente decisión de abandonar la regata Vendee-Globe, la prueba deportiva más dura del mundo, una vuelta al mundo a vela en solitario y sin escalas.
Unai abandonó cerca de Ciudad del Cabo y ha regresado él solo desde allí a Bilbao sin forzar el barco. Un mes más de travesía para mascar y digerir la decepción y hacer planes para el futuro
De la dureza de la regata de esta edición tenemos como muestra el que de los 30 skippers que salieron, ya sólo quedan 12 en carrera, y a los últimos les queda casi la mitad del recorrido.
Así que Unai no debe sentirse decepcionado. Lo normal es que en esta regata no termines en tu primera participación, y así mantienes el sueño de querer terminarla unos años más, hasta el siguiente intento.
Ahora le tocan días de descansar, arreglar el barco y decidir cuáles serán sus próximo retos.
En el mapa podéis ver cómo están ahora los 12 aventureros que quedan en competición. En primer lugar va el francés Michael Desjoyeaux (el punto verde), que al de un día de salir tuvo que volver al puerto de salida para arreglar una rotura (ése es el único punto donde pueden recibir asistencia externa) y tomó la salida de nuevo con dos días de retraso, y así y todo para cuando llegó a Sudáfrica ya estaba en cabeza.
Michael ya está llegando al Ecuador en el Atlántico de camino a casa, mientras que Raphael Dinelli, el último, aún está en mitad del Pacífico Sur.
Les queda mucho por delante. Que tengan buen viento y mucha suerte.
http://www.vendeeglobe.org




martes, 6 de enero de 2009

Solo ante el peligro


Os posteo mi último artículo publicado en Pedalier en diciembre 2008. Ya sé. Empiezo a desvariar. Será la edad.

SOLO ANTE EL PELIGRO
(Escrito tras estudiar el perfil de un puerto de 1ª y ver la peli de Gary Cooper simultáneamente.)


-Javi. Te llamo para avisarte de que Arturo también va a participar.
-Gracias por decírmelo -contesté mientras colgaba el teléfono.
Arturo "el duro" había vuelto y por lo visto tenía aún intactas las ganas de vengarse de mí por la insultante derrota que le había infligido en el campeonato de montaña de nuestro club el año pasado. Desde aquel día Arturo había estado lesionado, sin duda por el sobreesfuerzo que tuvo que hacer para seguirme en las duras rampas de aquel puerto, y cuando no le quedó otro remedio que dejarme ir, sus últimas palabras fueron de venganza.
Y ahora había regresado.
Miré el reloj. Eran la diez de la noche. Las campanas de la iglesia comenzaron a repicar. Quedaban exactamente 30 días y 12 horas para que nos enfrentáramos de nuevo. Debía aprovechar bien esas pocas semanas para prepararme lo mejor posible.
Mi mujer al enterarse de la noticia se echó a llorar.
-Cariño. No vayas. No merece la pena. Te va a destrozar, piensa que has estado con gripe estas semanas y no has podido entrenar apenas -me decía entre sollozos.
-Lo siento, nena, pero he de ir. No lo entiendes. Si no me presento, Arturo "el duro" se hará el dueño del campeonato. Alguien debe frenarle, y de nuevo me toca a mí -le contesté mientras miraba una vez más el reloj.
Los siguientes días intenté convencer a mis amigos para que me echaran una mano. Pero ya sabía que iba a ser difícil.
-Me gustaría ir, Javi. Pero mi mujer va a dar a luz la semana que viene.
-Lo lamento, pero ese día son las fiestas del pueblo y, ya sabes cómo se ponen los chavales.
-Quisiera ayudarte Javi, pero...
Era inútil. Nadie iba a poder ayudarme ante Arturo, y lo comprendía.
Seguí entrenando con firmeza los días siguientes. Ya me conocía de memoria todos los recovecos del puerto donde nos íbamos a enfrentar y en los que Arturo "el duro" podía tenderme una emboscada.
-Javi, te llamo para avisarte de que José Luis va a ir con Arturo.
-Gracias.
José Luis había ganado tres veces el campeonato y era un tipo muy peligroso. Las campanas repicaron diez veces. Sólo faltaban tres días y 12 horas para la llegada de Arturo.
Había revisado cientos de veces mi bici para tenerla a punto y había mandado ponerle un tercer plato en la recámara por si me quedaba sin municiones.
El día antes cambié las dos cubiertas. No quería que se me pinchara mi arma en el peor momento. Limpié y engrasé la bici por última vez, la tapé con su funda y me acosté a las diez en punto. Sólo faltaban doce horas.
Apenas dormí esa noche. El reloj avanzaba despacio y su tic-tac retumbaba en mi cabeza como las campanas de la iglesia.
A las siete en punto me levanté. Desayuné algo ligero y desenfundé la bici. Mientras las campanas de la iglesia llamaban para la misa de las ocho me dirigí pedaleando hacia la estación, donde habíamos quedado, mientras mi mujer se despedía de mí por la ventana.
El tren de las nueve llegó, como siempre, puntual. Se abrieron las puertas y Arturo y José Luis salieron con sus bicis relucientes en la mano.
El saludo fue frío y silencioso. Montamos y sin más demora nos dirigimos hacia el puerto en el que se iba a dirimir el duelo.
A las diez en punto se dio la salida. José Luis me atacó antes siquiera de que yo hubiera metido el pie en el pedal. Me esperaba algo así.
Arturo cogió su rueda y entre los dos descargaron casi toda su artillería contra mí. Enseguida nos quedamos los tres solos, pues el resto de la gente que había tomado la salida se retiró ante esos ataques desaforados.
Aguanté bien los primeros envites, y tras un momento de duda decidí que debía probarles. Bajé un par de coronas en una rampa fuerte y José Luis cayó desplomado dejándonos solos a Arturo y a mí.
Arturo quería zanjar rápido el asunto y decidió atacarme sin descanso durante más de un kilómetro. A duras penas pude esquivar sus disparos y él al verme en aprietos se envalentonó.
Craso error.
En la rampa más dura, a menos de un kilómetro de la llegada, Arturo "el duro" apretó el gatillo de su “ergopower” con todas sus fuerzas. Por un instante me tuvo contra las cuerdas. Ya casi no podía resistir cuando, de repente, Arturo "el duro" se quedó sin munición y acabó tirado en la cuneta en tanto que yo pude emplear la recamara para engranar mi tercer plato.
En mal estado pero victorioso llegué a la meta. Mientras me ayudaban a bajar de la bici pedí un teléfono.
-Cariño, ya vuelvo a casa. Enciende el calentador.