miércoles, 29 de agosto de 2007

Rayo en Kuala Lumpur


En la pasada Semana Santa de 2007 tuve la ocasión de viajar a Singapur y Kuala Lumpur (capital de Malasia).
Esta foto la tomé desde el piso 25 del hotel Hilton, cuando se inició una tormenta, algo habitual en ese clima ecuatorial.
Sacar este tipo de fotos de rayos de noche es muy sencillo. Basta poner la cámara en un trípode, seleccionar una velocidad de varios segundos, y al disparar es fácil "cazar" algún rayo, o más de uno en el mismo fotograma.
Pero "cazar" un rayo de día es más complicado. Un rayo pasa en un instante inferior al segundo, y nunca sabemos en qué momento preciso va a caer uno.
Por suerte, la fotografía digital nos facilita el trabajo.
En esta ocasión vi que los rayos caían la mayoría en esa zona de la ciudad, por donde entraba la tormenta. Así que apunté mi Canon EOS 20D hacia allí. Luego más o menos calculé cada cuántos segundos caía un rayo, y cuando creía que iba a caer uno disparaba una ráfaga larga de fotogramas a una velocidad de 1/250 seg. Para esto es casi imprescindible una cámara reflex que te permita disparar muchos disparos en ráfaga y de forma rápida.
A pesar de todo, estuve una media hora y más de cien disparos hasta "cazar" este rayo. Tuve suerte, porque cayó en el sitio perfecto para la foto, encima de un edificio y sin quedar en el centro, sino en uno de los tercios de la imagen, resultando ésta una buena fotografía.

domingo, 26 de agosto de 2007

La agonía


La agonía es lucha, contienda, pelea. La agonía es también la congoja del moribundo, el estado que precede a la muerte. En nuestro caso es mucho decir que estamos a las puertas de irnos al otro barrio mientras sufrimos en un puerto, pero a veces nos parece que no estamos tan lejos de hacerlo, nos parece que estamos a un paso de dar el último y fatal paso, y os juro que no es cuestión de dar un mal paso o de pasarnos de tuerca. Cada paso a su tiempo, y el final del tiempo que sea a su hora, ni un minuto antes.
Pero a nosotros, por aquello que dicen que somos masoquistas, o que estamos hechos de otra pasta (¿o esto se refería sólo a los ciclistas?), o porque somos tontos, sin más, a veces nos atrae el flirtear con la agonía.
La agonía la sentimos al final de una marcha dura, en las rampas del último puerto, cuando estamos rodeados de muchos compañeros envueltos en un silencio sepulcral en el que sólo se oye el rodar de las cubiertas sobre el asfalto o el clic de algún cambio que busca en vano un par de dientes más el piñón.
La agonía la tenemos también en esas ocasiones en las que estando en plena forma queremos medirnos con, o contra, los demás compañeros de una marcha, cuando queremos batir nuestra marca y apuramos al máximo en los kilómetros de subida de un puerto.
La agonía la encontramos en las largas pruebas randonneurs, en esos instantes interminables de crisis en los que maldecimos nuestra afición a la larga distancia y en el que nos juramos, sin mucha convicción, dejar de hacer estas cosas pues ya no tenemos edad.
La agonía está, cómo no, en las rampas salvajes de los puertos más duros, inhumanos, anticiclismo, que se hacen famosos por sus pendientes imposibles y que atraen a muchos amantes de mirar la rueda delantera cuando la carretera mira al cielo tan directamente, a ese cielo en el que se encuentra el final de la agonía.
La agonía nos espera, también, cuando nos empeñamos en seguir saliendo a la carretera cuando las lesiones nos persiguen y no somos capaces de dejar de sentir nuestra bici rodando libre por una ruta tranquila.
La agonía, en fin, está siempre con nosotros, oponiéndose a nuestro avance pero empujándonos a la vez a sentirla, a encontrarnos con ella. Como los legionarios, los novios de la muerte, así somos los cicloturistas, los amantes de la agonía.
Y por eso algunos nos citamos aquí, en el Col del Agonistic, de vez en cuando. Nos gusta sentir el aliento de la agonía cerca. Disfrutamos con ello, incluso nos divertimos, porque si no fuese así no subiríamos más, y la subida, pese a la dureza y el sufrimiento, se nos hace inolvidable y atractiva. Una atracción fatal, puede ser, pero atracción después de todo.
Y al dar la última curva, al dar la última pedalada, lo que sentimos no lo puede saber nadie sino nosotros mismos. Y no lo podemos explicar, no se puede transmitir, es algo inefable. Quien quiera sentirlo ha de subir hasta aquí y sentarse luego junto a los demás con una sonrisa bañada en sudor que lo dice todo sin tener que hablar.Así es la agonía. Así somos nosotros. Y nos gusta.


Artículo publicado en el nº 17 de la revista Pedalier en agosto de 2007

miércoles, 22 de agosto de 2007

La París-Brest-París

Esta semana cerca de 5.000 cicloturistas están participando en la mayor aventura en forma de marcha cicloturista que hay en nuestro planeta: la París-Brest París. Son más de 1.200 km sin parar, a realizar en un máximo de 90 horas.
Como homenaje a estos hombres y mujeres subo aquí un artículo que escribí en 1999 sobre aquella edición (se celebra cada 4 años) en la revista "Ciclismo a fondo".



PARÍS - BREST - PARÍS, la gran odisea... a pedales

Éste podría ser un artículo de ésos que suelen comenzar con un “todo empezó un...”, pero, ¿cuándo empezó realmente esta aventura que voy a contaros? ¿El lunes 23 a las 20:00 cuando se dio la salida del primer grupo en esta histórica edición de la PBP? ¿El pasado marzo cuando los participantes comenzaban la serie de Brevets clasificatorios para poder inscribirse? ¿O en 1891, cuando a algún “loco” se le ocurrió organizar una carrera de más de 1.200 km sin parar?
Quizás la respuesta a la pregunta “¿cuándo empezó?” no sea ninguna de las que he apuntado. Seguramente la respuesta haya que buscarla mucho más atrás en el tiempo, cuando los hombres se embarcaban en grandes e inciertas aventuras hacia lo desconocido, sin saber siquiera si regresarían con vida. Ahí están las gestas de los rudos exploradores polares, como Amundsen, Scott, ...; de los intrépidos pioneros africanos, como Richard Burton, Livingstone, ...; de los valerosos marinos que ayudaron a completar el mapa del mundo, como Magallanes, Cook, Malaspina, ...; de antiguos viajeros en busca de riquezas como Marco Polo, etc. Y si vamos un poco más atrás nos encontramos con un pequeño grupo de hombres pioneros, que casi desnudos e indefensos se atrevieron a dejar su África natal y conquistaron el planeta.
El mismo espíritu y el mismo carácter inquieto y curioso que hicieron que el hombre sea lo que es hoy, son los que hacen que miles de personas tomen la salida en una prueba deportiva como la PBP, que es mucho más que deporte para la mayoría: es exploración. Exploración de sus propios límites, tanto físicos como psicológicos, y sobre todo exploración de su capacidad de resistencia y de superación de cuantos obstáculos tratan de oponerse a su deseo de vencer el reto.
Siguiendo este anhelo he llegado a París tras más de 1.200 km apoyando y siguiendo a un grupo de los 3.584 participantes que tomaron la salida hace casi cuatro días. Han sido muchas horas agotadoras pero muy intensas que me han permitido ver un cicloturismo que es desconocido para la mayoría de los practicantes españoles. Un cicloturismo más auténtico y de autosuficiencia. ¿Quién no ha deseado alguna vez coger su bicicleta y lanzarse a recorrer el mundo? Pues esto es lo que significa este genuino y original modo de practicar el cicloturismo.
Seguir los grupos de cicloturistas de noche, con sus linternas y chalecos reflectantes, que de lejos les hacen parecer luciérnagas ruborizadas, es una experiencia única, alucinante, surrealista. A lo largo de los kilómetros, duros kilómetros plagados de cotas y repechos, he podido ver de todo: cicloturistas durmiendo en cualquier sitio como paradas de autobús o cabinas de teléfono, por no haber sabido descansar a tiempo en un control; grandes amigos enfadándose y desconocidos convirtiéndose en grandes amigos; gente con bicicletas sofisticadas y otros con bicis de piñón fijo; ciclistas con la casa a cuestas y otros con nada más que lo puesto; etc.
Por cada participante se puede decir que hay una forma diferente de afrontar esta prueba, y seguro que todas son válidas y todas tienen pegas. Unos optan por no dormir y rodar lo más rápido posible sin apenas parar en los controles. Otros eligen un ritmo más pausado y se detienen en todos los controles para comer y dormir lo más posible (siempre teniendo en cuenta el límite de las 90 horas para no llegar fuera de control -la organización es muy estricta en este apartado-). La mayoría normalmente se decanta por parar a dormir una o dos veces y se apoyan en un coche con sus acompañantes que le esperan en los controles con ropa y comida para que las pérdidas de tiempo sean limitadas.
De todas formas no dejo de acordarme de Forrest Gump, de cómo salió de Greenbow (Alabama) corriendo hasta que llegó al mar, para después dar la vuelta y seguir corriendo. Y eso es exactamente lo que hacen aquí los cicloturistas, salir pedaleando hasta llegar al mar para dar la vuelta y regresar por el mismo sitio. Cualquiera pensaría que están locos, sobre todo oyéndoles decir lo mal que lo están pasando y lo duro que es. Pero yo debo estar tan loco como ellos, porque según les iba viendo con sus bicicletas con parrilla, con luces, con sus reflectantes y toda la parafernalia de auténtico randonneur no dejaba de pensar que quién estuviera en su lugar. Quizás el 2003, quién sabe.
Pero de lo que no hay duda es de que esta prueba es de las que engancha. La mayoría repite, quizás no dos años seguidos, pero es seguro que la experiencia les marcará y querrán revivir los momentos, las situaciones, las sensaciones. Por muy duro que se haga a veces el pedalear y por muy imperantes que sean las ganas de dormir, todos, o casi todos, echarán de menos el ambiente cosmopolita y el sentirse protagonistas de algo grande, único e histórico como es la París – Brest – París. Una auténtica odisea.

Algunos datos de la PBP’99
*3.688 cicloturistas inscritos, de los que salen finalmente 3.584 (235 mujeres)
*Se habla inglés: salen 1.981 franceses y 1.603 extranjeros. Entre los extranjeros la mayor parte son de EE.UU. (399), seguidos de los ingleses (336) y los daneses (132). Del resto de Europa sobresalen los italianos (115), alemanes (93), españoles (92), holandeses (76) y belgas (71). Hay que destacar la presencia de australianos (68), canadienses (67), sudafricanos (16) y rusos (14). Además hay ucranianos, japoneses, brasileños y un costarricense.
*De los españoles 2 son mujeres. La procedencia por provincias es variada: Oviedo, Cantabria, Bizkaia, Álava, Gipuzkoa, Burgos, Segovia, Huesca, Girona, Barcelona, Zaragoza, Madrid, Alicante, etc. Es de destacar que la participación española respecto a la edición del 95 ha aumentado casi en un 50 %.
*La mayor parte de los participantes (2.261) eligen salir en el grupo de 90 horas, en el grupo de 80 horas salen 755 y el resto entre los de 84 horas y bicicletas especiales.
*Cuando ya habían transcurrido 72 de las 90 horas que se dan como tope, sólo habían terminado unos 800 participantes de los aproximadamente 3.000 que finalizaron.
*Debido a unos desvíos de última hora en el trayecto, de los 1.204 km oficiales que marcaba el libro de ruta, salen casi 1.250 km reales. Por ello el cierre de control se amplía en 2 horas y 45 minutos.
*La media de edad de los participantes supera los 40 años. No es una prueba para novatos y casi todos los que salen en la PBP peinan canas hace años y tienen muchos kilómetros en sus piernas.
*La siguiente edición será el año 2003. Pero si no queréis esperar tanto tiempo el año 2000 se celebrará una nueva edición de la Boston – Montreal – Boston, la réplica americana de la PBP. Si alguien se anima...

Anécdotas y curiosidades
*El recorrido está marcado con flechas rojas a la ida y blancas a la vuelta, sin que haya personal de la organización en los cruces, ni siquiera para el grupo de cabeza. Por ello no es difícil perderse si no se está atento o si el cansancio y el sueño van venciendo. El pelotón principal se despistó en un cruce lo que les privó de intentar batir el récord de la prueba. A algunos de los nuestros, como a Fernando Villalba de Bilbao y Félix Casado de Madrid, un despiste les hizo pedalear durante casi 50 km extras, y condujo al primero a pillar una pájara sonada.
*También el sueño y las prisas hicieron que una americana olvidase su tarjeta para el control de sellado en un avituallamiento nocturno al cambiarse de maillot en su coche de apoyo. Por suerte para ella en el siguiente control la recuperó, porque sin la tarjeta con todos los sellos correctamente certificados no se obtiene clasificación oficial.
*Hubo un veterano participante francés que hizo todo el recorrido con su bicicleta de piñón fijo, y ya son varias ediciones las que completa la PBP de esta forma.
*Eduardo Pereda, de Balmaseda (Bizkaia) tuvo que hacer 4 km con sólo un pedal al romper el eje del otro hasta llegar a un control donde pudo comprar un par de pedales nuevos en el puesto de asistencia mecánica.
*Las pájaras están a la orden del día, y había algunos que casi no acertaban a entrar en los avituallamientos, a pesar de tener la puerta una anchura más que considerable.
*El ansia de no parar condujeron a más de uno a dormirse en la carretera, en paradas de autobús, cabinas de teléfono, bajo un árbol, o debajo de un monumento. Por la noche se ven participantes dormidos en cualquier sitio por no saber elegir el momento adecuado para dormir en uno de los controles habilitados al efecto.
*La participante más joven fue una francesa de 18 años que llegó poco antes del cierre de control.
*La fama les precede. En la meta vimos a un participante ruso que sacó de su bolsa una botella de vodka (muy bueno según los que lo probaron). Al de poco tiempo la botella estaba vacía. Salud tovarich.
*Es costumbre en esta prueba el intercambio de maillots entre los participantes de distintos países. Así conseguí un maillot australiano y una gorra de Rusia, y me quedé con las ganas de hacerme con un maillot de la “república de California” y de otro de Alaska.

La otra París – Brest – París
Para la mayoría de los participantes ésta es una prueba en lo que lo importante es llegar. Algunos se marcan un tiempo, pero sin que se desvivan por conseguirlo. Sin embargo hay un pequeño grupo de cicloturistas que a la hora de preparar esta prueba y a la hora de disputarla se convierten en corredores y buscan entrar en la leyenda de la PBP ganando y batiendo el récord.
Es impresionante, alucinante, espectacular (podéis poner todos los adjetivos que queráis) ver cómo afrontan la llegada a los controles de sellado los participantes del grupo de cabeza, sobre todo en los primeros controles donde el grupo es numeroso y no se ha hecho la selección importante. Los auxiliares les esperan preparados como en las carreras de ciclo-cross, con recambios, bidones, bolsas de comida, ropa, etc. Están entrenados para que el tiempo empleado en cada control sea el mínimo imprescindible, y abundan por doquier los gritos, empujones, caídas y nervios mientras los participantes acceden corriendo con sus zapatillas de ciclista al lugar donde les sellan la tarjeta, que normalmente está algo apartado de donde dejan las bicicletas.
En uno de los controles se pudo ver cómo a un participante, tras sellar la tarjeta, le cambiaban el maillot, le masajeaban en la espalda y le daban de comer mientras él orinaba delante de todo el mundo. Todo por no perder el grupo cabecero.
De todas formas este año no hubo récord absoluto al perderse el pelotón en un cruce. Sí hubo récord en tandem y en tandem mixto. Para los que gusten de estos temas hay que decir que los primeros en llegar fueron dos franceses, Cristophe Bocquet y Philippe Deplaix que hicieron un tiempo de 44 horas y 22 minutos. Los primeros participantes españoles en terminar fueron el alavés Guillermo Aberasturi (17º con 47 horas 47 minutos), el asturiano Juan Bosco Machín (50 horas 44 minutos), José Villar (55 horas 37 minutos) y el burgalés Tomás Olalla (57 horas 27 minutos).

(Publicado en “Ciclismo a fondo” en octubre de 1999.)

domingo, 19 de agosto de 2007

Lasaitasuna


Lasaitasuna, tranquilidad, sosiego, quietud.
Esta imagen del ocaso sobre el Lago de Banyoles que tomé en mi pasada transpirenaica en bicicleta, mientras paseaba antes de cenar el día previo a la última etapa del viaje, creo que resume lo que he podido encontrar estos días sobre la bicicleta a lo largo de casi 900 km: tranquilidad.
Pese a que en muchos momentos de la ruta cuando viajas con mucho peso y solo, las cuestas se te hacen duras; pese a que el calor te aplasta en ocasiones, o un chubasco te incomoda más de la cuenta; pese a que una molestia te torture durante unos kilómetros; al final de todo sólo recuerdas esa tranquilidad que te da hacer un viaje sin prisas, sin tener que acordar con nadie más si te paras a comer aquí o allá.
Los Pirineos, como todas las montañas, nos ofrecen ese marco ideal para relajarnos cuando lo necesitamos. Un bonito paisaje es una buena medicina para todo, y en una semana atravesando nuestra cordillera tenemos muchas dosis para recuperar la fuerza vital que todos necesitamos.
Zaila da batzutan lasaitasunaz bizitzea, beraz, gozatu behar ditugu bizitzak ematen dizkigun uneak.
Sin prisas, por favor.

martes, 14 de agosto de 2007

Transpirenaica II: De Hondarribia a Cap de Creus


Cerrar un círculo. Dar sentido a algo comenzado y ponerle fin. Tal vez ésa fuera la razón de que en mi cabeza prendiera de nuevo la llama de la Transpirenaica, la llama del viaje en solitario a través de mi cordillera favorita.
Después de hacer mi Transpirenaica el año pasado por la vertiente norte de los Pirineos, siguiendo la D-918 desde Argelès-sur-mer a San Juan de Luz, este verano he querido hacer un segundo viaje, esta vez por el sur y en sentido contrario, cerrando el círculo.
Si el del verano pasado fue un viaje casi iniciático, con un cierto halo de misticismo hacia los Pirineos míticos, los Pirineos del Tour, los Pirineos del ciclismo y del cicloturismo, el viaje de este año ha sido una prolongación natural del mismo pero sin ese punto de aventura que tuvo el año pasado mi Transpirenaica en solitario.
Es cierto que este año también iba yo solo, algo que siempre empaña cualquier viaje con un toque aventurero. Pero ni el recorrido iba a ser tan duro, ni tenía la incertidumbre de no saber dónde parar cada día, ni siquiera contaba con ese no saber cómo iba a responder mi cuerpo a tantas horas de bici con alforjas, pues ya contaba con la experiencia del año pasado, una experiencia que me ha ayudado mucho.
Ya antes de verano había decidido la ruta a seguir esta vez.
Saldría desde Hondarribia donde terminé el año pasado (aunque oficialmente la ruta terminó en San Juan de Luz) y pedalearía hasta Cap de Creus primero y hasta Portbou después. Decidido el recorrido y con la fecha de salida señalada en el calendario, y como quiera que no deseaba volver a pasar el mal trago de no encontrar alojamiento, reservé hoteles para las siete noches, y confirmé los horarios de los trenes para regresar a Hendaya desde Cerbere al terminar.
La ruta quedaba así:

Domingo 5 agosto: Hondarribia - Bera de Bidasoa – Alto de Artesiega – Eugi - Erro - Jaurrieta. 137 km
Lunes 6 agosto: Jaurrieta – Otsagabia - Izaba – Zuriza - Ansó – Alto del Vedao - Echo – Jasa - Aisa - Jaca - Sabiñánigo. 135 km
Martes 7 agosto: Sabiñánigo – Puerto de Serrablo - Ainsa – La Foradada - Campo. 101 km
Miércoles 8 agosto: Campo - Castejón de Sos – Coll de Fadas - Pont de Suert – Coll de Perves - La Pobla de Segur. 94 km
Jueves 9 agosto: La Pobla de Segur - Sort – Coll del Cantó - La Seu d'Urgell - Puigcerdá. 126 km
Viernes 10 agosto: Puigcerdá – Collada de Toses – Ribes - Ripoll - Olot - Banyoles. 138 km
Sábado 11 agosto: Banyoles - Roses - Cadaqués - Cap de Creus – Cadaqués – Port de la Selva - Portbou. 133 km
Domingo 12 agosto: Tren Cerbere - Hendaye.



Así, el domingo 5 de agosto salí temprano desde Lekeitio y fui en mi coche hasta Hondarribia, donde lo dejé bien aparcado y comencé a pedalear poco antes de las 10 de la mañana de un día soleado y con anuncio de mucho calor, cosa que se confirmó, por desgracia.
Al contrario del año pasado, tenía a mi favor que conocía bien el recorrido, y que no debía preocuparme por encontrar un lugar para dormir, por lo que no tenía prisa.
Ya nada más salir hacía calor, casi 30ºC, y aunque hasta Bera fui muy cómodo, a partir de ahí un fuerte y muy caluroso viento frenaba mi marcha y me recalentó el cuerpo.


Aunque iba reponiendo el agua del bidón cada poco, justo se me olvidó hacerlo en Irurita, último pueblo antes de la larga subida a Artesiega, donde el calor me dejó seco hasta que paré a un coche en el que dos mujeres con acento argentino me ofrecieron un zumo de frutas que apuré de un trago. Después unos franceses que miraban el paisaje me dieron más agua y ya arriba, tras la ascensión que más dura se me hizo de todo el viaje, unos montañeros me terminaron de hidratar y ya bajé hasta Eugi a comer algo, pasando por Quinto Real, un precioso hayedo frondoso y fresco que se hace muy corto, sobre todo en días de calor.
Después vinieron unos kilómetros muy duros por los numerosos repechos y puertitos (Erro, Mezkiriz, Remendia) en los que me crucé con algunos peregrinos en su primera parte del Camino Jacobeo. Además de los repechos, los sofocantes 42ºC que me marcaba el termómetro me pusieron al borde del KO técnico en esa primera etapa, por lo que tuve que parar en cada fuente y en cada pueblo a tomar algo y a mojarme la cabeza.
Después de pasar Abaurregaina, el pueblo a más altitud de Navarra, finalmente llegué a Jaurrieta. No me encontraba mal, pero después de la ducha unas náuseas me quitaron las ganas de cenar, por lo que sólo tomé un colacao y una magdalena. Por suerte para el día siguiente se anunciaba lluvia.
Por la mañana ya estaba mejor, y el tiempo era más fresco, incluso me llovió algo al salir. Pedaleé hacia Otsagabia, para luego llegar a Izaba por el Alto de Lazar, sin mayores complicaciones y disfrutando del paisaje, que a decir de cuantos pasan por ahí es uno de los más bonitos de esta zona de Pirineos. Por el maravilloso valle de Belabarze y el encantador rincón de Zuriza bajé hasta Ansó.
De Ansó subí el Puerto del Vedao y bajé a Echo, para iniciar poco después la carretera que por Jasa y Aísa llega a Jaca por una zona sin apenas tráfico y que había explorado en coche en junio aprovechando el viaje a la Quebrantahuesos.
Por aquí hay que ascender el Collado de la Loma de Aísa, un puerto que hace unos años estaba sin asfaltar y que presenta algún tramo duro. El paisaje que lo rodea es muy acongojante, pues es muy solitario y apartado de los hombres. De Aísa se baja cómodo al principio para luego remontar unos repechos y llegar a Jaca. Luego venía el tramo desagradable por el tráfico que me dejaba en Sabiñánigo, fin de la etapa.
Aquí tenía mi primer día de romper mi aislamiento voluntario, pues había quedado con mi amigo Luis García (primero en terminar la Madrid Gijón Madrid) y su mujer Tere para cenar. Ellos llevan la tienda Bici Aventura, donde os recomiendo acudir si necesitáis algo para la bici estando por esa zona. Luis me arregló un radio que se me rompió nada más salir de Hondarribia. Cené muy bien con Luis, Tere y sus dos hijos, y me fui a dormir muy animado.

Etapas de descanso
Tras las dos primeras etapas largas y el calor agobiante del primer día, me tocaban ahora dos días más cortos que quería aprovechar para rodar más suave y recuperar las piernas, que me dolían ya bastante (casi tres semanas sin hacer nada antes de empezar el viaje se dejaban notar).
Desde Sabiñánigo, con unos primeros kilómetros de lluvia, me metí por el valle del Sobrarbe, para subir el Puerto de Serrablo. Descarté el ir por Biescas y Cotefablo porque hay más tráfico y ya conocía la carretera, en cambio por Serrablo no había ido nunca y Luis me había dicho que era una carretera muy tranquila.
Y efectivamente lo era, pues apenas vi algún coche en un montón de kilómetros y por esta vertiente vas subiendo muy tendido y no se hace duro el puerto. La bajada por el otro lado, hacia Boltaña, es mucho más empinada y tiene que resultar duro subir por ahí. Tras una comida en Boltaña bajé a Aínsa y de ahí subí el duro y feo Collado de Foradada, con una carretera ancha y que sube recta con una pendiente fuerte para ir con alforjas. Eso sí, la bajada hacia Las Colladas es muy rápida y de ahí por un túnel ya estaba en Campo, donde descansé esa tarde.
La siguiente etapa me iba a llevar hasta La Pobla de Segur, ya en Cataluña, primero por una carretera muy espectacular por el cañón del río Ésera hasta Castejón de Sos, y de ahí por el Coll de Fadas y el Coll de Espina hasta el Pont de Suert, donde paré a comer un bocadillo y coincidí con unos vitorianos que estaban haciendo la misma ruta que yo pero en el otro sentido.
Después subí el Col de Perves por una carretera tranquila y bonita para descender por Senterada hasta La Pobla de Segur, donde llegué a la hora de la siesta, dándome tiempo a descansar bien, dar una vuelta por el pueblo y hasta a ver una buena peli (Sin City) en la tele en la habitación. Un lujazo.

Puertos altos, pero suaves
De La Pobla remonté el Noguera Pallaresa hasta Sort (no compré lotería), donde empieza el coll de Cantó, que yo creía más duro. Era largo, unos 20 km, pero se me hizo llevadero. La bajada por el otro lado es un timo, pues estás muchos kilómetros entre bajadas, llanos y subidas, hasta que ya bajas de verdad a Adrall, ya en la bonita y luminosa Cerdanya. Una comida de estilo catalán para recuperarme, y afronté ya la zona llana pero picando hacia arriba hasta La Seu d’Urgell y Puigcerdá, ya con bastante calor.
En Puigcerdá me esperaba mi amigo cicloturista y afamado escritor catalán, Rafael Vallbona (www.eltourmalet.blogspot.com), pues iba a dormir en su apartamento y al día siguiente iba a acompañarme en toda la etapa hasta Banyoles. Aproveché también para ir a la tienda Sport Iris, de sus amigos Miki y Josep, pues de nuevo se me había roto otro radio. Menos mal que los dos se me rompieron cuando tenía mecánicos amigos cerca.
Una cena agradable, y un buen sueño y salimos los dos con un frescor matinal a subir la Collada de Toses, larga pero sin dificultad.
Pasamos sin más problemas por Ripoll, Olot y la zona de la Garrotxa, con calma y sacando fotos cada poco, disfrutando de esta bonita zona de Cataluña, aunque con tramos de calor. Fue la etapa que más rápido hice, pues entre que descendíamos mucho desde la salida a la llegada, y que al ir dos se va más rápido, al final me salió una media de más de 21 km/h, que no está mal con alforjas.
En Banyoles a Rafa le esperaba su mujer para volver a su casa, y yo me quedé a dormir, tras un agradable paseo viendo el ocaso sobre el Lago y una cena a gusto.

Y por fin... la mar
Ya el sábado llegaba la última etapa. Desde Banyoles fui por carreteras secundarias, esquivando el tráfico, siguiendo el curso del Fluviá hasta Sant Pere Pescador. De ahí subí a Castelló d’Empuries y a Palau Saverdera para acercarme a Roses y subir el puerto de Perafita para bajar a Cadaqués. Hacía calor y el día era muy bonito. Por último pené por los repechos que van hasta el Cap de Creus, aguantando el viento hasta que llegué al faro donde los Pirineos se hunden en el Mediterráneo. Lo había conseguido.
Tras disfrutar del momento tenía que seguir el viaje hasta Portbou, desandando lo andado hasta Perafita para bajar al Port de la Selva y seguir la costa hasta Portbou, subiendo el último puerto del viaje, el Coll de Frare.
Una buena cena en Portbou y al día siguiente fui en bici hasta Cerbère, (con otro puertito más, el Col dels Belitres), para coger el tren.
Todo me salió como estaba planeado, una mezcla de buena planificación y de suerte.

¿Y el año que viene? No lo sé. Ya se me ocurrirá algo.


Datos del viaje:

1ª etapa: 136,8 km, 2.260 m
2ª etapa: 135,3 km, 1.975 m
3ª etapa: 100,9 km, 1.310 m
4ª etapa: 93,9 km, 1.580 m
5ª etapa: 126,0 km, 2.000 m
6ª etapa: 138,0 km, 1.355 m
7ª etapa: 86,5 km, 830 m (hasta Cap de Creus, más 46,5 km y 755 m hasta Portbou)

Total hasta Cap de Creus: 817,4 km y 11.310 m
Total hasta Portbou: 863,9 km y 12.065 m






































































































































































































lunes, 13 de agosto de 2007

Transpirenaica II. Ya he vuelto

Bueno. Ya está. Todo ha ido como lo planeé. Por un lado mejor, que ya me voy haciendo viejo y cada vez me incomodan más las incomodidades. Aunque por otro lado no ha sido tanta "aventura" como la del año pasado.

Pero bueno, el viaje me ha gustado, ha sido bonito. Más largo y menos dureza que por la vertiente francesa, con paisajes diferentes, más humanizados, menos de alta montaña, más domesticados.

A ver si saco algo de tiempo para escribir una crónica con más detalle (además de la que tengo que hacer para Arueda.com).

Por ahora os dejo estas pocas fotos.




viernes, 3 de agosto de 2007

Transpirenaica II. Me marcho


Bueno. Llegó el momento. El domingo comenzaré a pedalear desde Hondarribia para llegar (espero) el sábado que viene a Cap de Creus.
Si el año pasado hice la ruta del Mediterráneo al Cantábrico por el norte de la cordillera, este año he elegido otra ruta por el sur en el sentido contrario, así cierro el círculo y completo la transpirenaica por carretera íntegramente.
La ruta elegida la conozco más o menos en un 60%, y tiene el aliciente de ese otro 40% por donde no he pasado nunca, ni en bici ni en coche, algo siempre atractivo y estimulante.
Llevo la misma bici y el mismo equipaje que el año pasado, salvo que este año no llevo saco de dormir, pues para evitar los inconvenientes de andar agobiado para buscar alojamiento, y que me pase como el primer día del año pasado que tuve que dormir al raso a 1.500 m de altitud, llevo ya las reservas de alojamiento para todos los días. Lo malo de esto es que estoy obligado a llegar al destino de cada día, y siempre puede haber algún problema como muy mal tiempo, o una avería, o encontrarme mal. Bueno, por lo menos tengo margen para llegar y llamando para avisar de la hora que llegaré no habrá problemas.
Las etapas previstas son éstas:
Día 1: Hondarribia - Bera Bidasoa - Artesiega - Erro - Jaurrieta.

Día 2: Jaurrieta- Izaba - Ansó - Hecho - Aisa - Jaca - Sabiñánigo.

Día 3: Sabiñánigo - Sobrarbe - Ainsa - Las Colladas - Campo.

Día 4: Campo - Castejón de Sos - Pont de Suert - La Pobla de Segur.

Día 5: La Pobla de Segur - Sort - La Seu d'Urgell - Puigcerdá.

Día 6: Puigcerdá - Ripoll - Olot - Banyoles.

Día 7: Banyoles - Roses - Cadaqués - Cap de Creus. Luego hasta Portbou.

Día 8: Tren Cerbere - Hendaye.