lunes, 17 de marzo de 2008

Especial Clásicas I


Como estamos ya ante una nueva y apasionante temporada de Clásicas, voy a iniciar una serie de posts dedicadas a estas espectaculares carreras. Los textos los escribí para el especial de Clásicas de la revista Pedalier que salió hace un mes. Algunos los habréis leído ya, pero otros seguramente no, así que aquí tenéis la oportunidad de hacerlo.

Empezamos con el capítulo introductorio y luego el resto (son 7 textos sobre otras tantas clásicas -Milán San Remo, Tour de Flandes, París Roubaix, Lieja Bastogne Lieja, Giro de Lombardía, Flecha Valona y la Amstel Gold Race-) los hiré subiendo a medida que se vayan a disputar.


Espero que os gusten.



La novela de las Clásicas
En el apasionante mundo del ciclismo profesional, hay vueltas grandes, vueltas pequeñas, carreras de un día y luego hay clásicas.
Una clásica no es una carrera de un día. Ni siquiera es una carrera de un día que se disputa sobre un trazado sinuoso y con subidas cortas pero duras. Una clásica es una clásica y, como su nombre indica, debe tener un cierto poso histórico detrás.
Las clásicas son carreras con historia. Incluso a cinco de ellas se las considera como verdaderos monumentos ciclistas: Milán San Remo, Tour de Flandes, París Roubaix, Lieja Bastogne Lieja y Giro de Lombardía. En estas carreras queda para nosotros un vivo recuerdo de lo que fueron los inicios de este deporte. Son los únicos vestigios, verdaderos fósiles vivientes, del despertar de la bicicleta a las grandes competiciones. Y por mucho que algunos se empeñen en organizar carreras sobre recorridos largos, duros, plagados de repechos y de subidas empinadas y que les pongan la coletilla de “clásica”, nunca serán lo mismo.
Igual que pasa con las obras musicales y con las grandes obras de la literatura, para que una carrera entre en la denominación de clásica ha debido pasar el filtro del tiempo. Ese filtro que hace que lo bueno permanezca, que sobresalga de entre la muchedumbre, que se valore en su justa medida y que se pueda apreciar su calidad. En fin, que cualquiera no resiste a lo largo de las décadas manteniéndose en cabeza.
Hoy día, son relativamente pocas las carreras importantes que se pueden considerar clásicas. Son, como he apuntado, lo que ha sobrevivido de una época pasada en la que el ciclismo era muy diferente al de hoy. Y, también hay que decirlo, incluso estas Clásicas con mayúsculas tampoco son exactamente como lo eran entonces. Prácticamente, lo único que mantienen del original son los recorridos, más o menos iguales a lo largo de los años. Pero ni las carreteras son iguales (con la excepción de los tramos de pavés que se han conservado y que se incluyen en algunas carreras), ni las bicis son iguales, ni la forma de correr es igual, ni las condiciones en las que corren los ciclistas son iguales.
Todo empezó allá por finales del siglo XIX, cuando el ciclismo empezaba a tener tirón entre el público y surgieron multitud de carreras, todas ellas duras y largas. Algunas no existen ya desde hace mucho, mucho tiempo. Otras han desaparecido del calendario profesional hace relativamente poco. Incluso hay otras que se siguen organizando, aunque no como competición profesional, sino como reto cicloturista, con unas características quizás más parecidas a las que tenían estas carreras en sus inicios, que las que pudieran tener hoy si hubiesen seguido como pruebas para profesionales. Entre estas destacan la París – Brest – París (primera edición en 1891), cuya último año como carrera profesional fue en 1951 y que no se organizó más por falta de corredores dispuestos a correrla; y la Burdeos – París (también de 1891), que fue ganada por Jean-François Rault en 1988 el último año que la disputaron los corredores.
Y es que en la última década del s. XIX el ciclismo se hizo popular. En Gran Bretaña se organizaban muchas pruebas de 24 horas, y los franceses no quisieron ser menos que sus vecinos del otro lado del Canal y así surgieron las pruebas citadas.
La Burdeos París impulsó de gran manera las competiciones ciclistas y, además de en Francia, también surgieron pruebas de gran nivel en otros países, sobre todo en Bélgica e Italia, que por algo son estos tres los países con más tradición ciclista.
Así, de aquellos tiempos heroicos surgieron pruebas míticas, como la Lieja Bastogne Lieja, que vio la luz en 1892, y que es la más antigua de las pruebas que han llegado hasta nosotros; la París Tours, que surgió en 1896; el Tour de Lombardía, de 1905; la Milán San Remo, que se corrió por primera vez en 1907; o el Tour de Flandes, que nació en 1913. Aunque, para muchos, la primera “clásica” de la historia fue la París Rouen (ya desaparecida) que se corrió por primera vez el 7 de noviembre de 1869 sobre un recorrido de 123 km.
En estas páginas vamos a fijarnos un poco más detenidamente en algunas de estas carreras, tanto en su cara más conocida de grandes pruebas del calendario profesional, como en su versión para todos, en su versión cicloturista, que nos permite a los humanos sentirnos un poco dioses, aunque sólo sea por unas horas.Hemos elegido siete, los susodichos cinco monumentos más la Flecha Valona y la Amstel Gold Race. Podrían haber sido otras, pero creemos que la elección es muy apropiada. Así pues, leamos y sepamos un poco más sobre ellas.


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