viernes, 4 de julio de 2008

Un nuevo Tour de Francia


Mañana comienza un nuevo Tour de Francia. Pese a todo, el Tour sigue siendo mi carrera favorita, y me emociona pasar por puertos de Pirineos (como mi querido Tourmalet) al pensar en la historia que tienen grabada en su asfalto y en sus curvas.
Me cabreó el Tour (su organización) al vetar la participación del Astaná, y con ella la del último ganador de la carrera, un Alberto Contador que es un ciclista de los que nos gustan a los aficionados: joven, escalador, atacante, espectacular.
Después, y debido a este veto que no comparto, hemos visto a un Alberto Contador en su línea ganado carreras importantes, como la Vuelta al País Vasco y sobre todo el Giro de Italia, con cuyo triunfo aumenta su incipiente leyenda y queda muy bien situado para intentar ser de los pocos corredores de la historia en ganar las tres grandes.
Para este Tour 2008 tenemos un puñado de favoritos encabezados por Cadel Evans. El australiano, segundo el año pasado, es en teoría el favorito número uno, aunque hay una serie de corredores que no se lo van a poner fácil. Entre ellos podemos citar a Carlos Sastre, al que quizás los años le empiecen a pesar más; a Damiago Cunego, aún joven, ganador de un Giro, y que este año se ha centrado en preparar el Tour; Andy Schleck, junto a su hermano Frank, es otro corredor con opciones y que hacen que el CSC tenga un equipo temible (lástima que Íñigo Cuesta no sea de la partida, pues siempre es un buen soporte para cualquiera de sus líderes); y Alejandro Valverde (claro), que siempre que sale en una carrera hay que ponerle de favorito. En contra de Valverde está el que nunca ha estado en la tercera semana del Tour disputando a tope la carrera, y esa última semana marca la diferencia.
Y luego están las sorpresas. En el Tour siempre hay corredores que a priori no cuentan con las máximas opciones pero que se destapan en plena carrera y comienzan a labrarse una trayectoria de grandes corredores, como fue el caso de Chiapucci en 1991 o del propio Armstrong en 1999.
Pase lo que pase (y esperemos que no pase nada reseñable extradeportivo) seguiremos con atención la carrera hasta París. De mientras me acercaré a los Pirineos, a mis Pirineos, a sentir una vez más el aliento de la leyenda del Tour de Francia.

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