Muchas gracias Nueva York
Javier
Sánchez-Beaskoetxea
Corredor
popular
La
verdad es que ha merecido la pena. Desde que hace casi dos años decidí correr
el Maratón más famoso del mundo en Nueva York ha pasado mucho tiempo, pero
sobre todo ha pasado un año de más. En 2012, tras todos los largos días de
entrenamiento en solitario (lo más duro de los maratones), tras viajar hasta la
Gran Manzana en un viaje que no es barato precisamente, las consecuencias del
Huracán Sandy nos dejaron a casi 50.000 personas con la miel en los labios a
día y medio de la cita con la leyenda.
Pero si
algo tiene que tener un verdadero corredor de fondo es perseverancia y no
permitir que los contratiempos, aunque sean así de complicados, te hagan
rendirte. En América dicen “Don’t give up”, no te rindas, y eso es lo que
hicimos muchos, no cejar en el empeño y por eso, un año después hemos tenido
nuestra recompensa.
El
maratón de Nueva York es duro, y lo es por muchos motivos. En primer lugar
porque estás en una ciudad en la que lo quieras o no vas a terminar muy cansado
los días anteriores a la carrera de tanto caminar, de ver tiendas, de estar
varias horas de pie viendo la inmensa Feria del Corredor. Antes de la carrera ya
estás agotado y no es lo mejor para correr un maratón.
En
segundo lugar es duro porque tienes que ir varias horas antes de la salida
hasta las cercanías del puente Verrazano, y allí esperar, con mucho frío, que
pase el tiempo hasta que a tu grupo de salida le toque oír a Frank Sinatra y su
“New York, New York” para poder empezar a correr. Madrugón, desayunar de mala
manera, pasar frío,…
Y en
tercer lugar, el recorrido tiene muchas cuestas, sobre todo en los puentes que
se cruzan. Y eso cuando ya estás con las piernas maduritas se nota mucho.
Pero el
Maratón de Nueva York es un maratón fácil de terminar. Mientras en otros
maratones puedes tener varias veces la tentación de retirarte, en Nueva York
eso no te puede pasar, sencillamente porque es tal el ambiente que hay y la
fuerza con la que te animan decenas de miles de personas a lo largo de todo el
recorrido que incluso con una lesión importante harás lo imposible por llegar a
meta. Además, y eso facilita la participación de mucha gente, el cierre de
control es muy generoso y casi podrías hacer el recorrido caminando.
Todo lo
que sentí cuando llegué a la meta de Central Park este domingo hace que hayan
valido la pena los dos viajes a Nueva York, las horas de entrenos, los
sufrimientos, las lesiones, y todos los innumerables obstáculos con los que se
enfrenta siempre cualquier maratoniano.
Más de
42 kilómetros chocando mi mano con otras miles de manos. Manos de niños, de
ancianos, de policías, de blancos, de negros, de chinos, de judíos, de ricos,
de pobres,… En Nueva York vive todo el mundo, y todo el mundo siente este
maratón como algo especial. Y mientras lo corres te ves protagonista de algo
que va más allá del deporte.
Siguiendo
los consejos que me dieron, en la camiseta con la corrí la carrera llevé mi nombre.
Y nunca en la vida he sentido tanto los ánimos de la gente como en Nueva York.
Tantos gritos de “Javier, go Javier” me erizaban hasta el último vello de mi
cuerpo y no paraba de dar las gracias a todas estas personas que hacen tan
especial este día para los que lo vivimos allí.
Si te
gusta correr, si quieres sentir algo único de verdad, tienes que ir a este
maratón. Serán las horas más intensas de tu vida. Sufrirás, pero no querrás que
termine. Y eso solo lo entenderás cuando pases la meta de Central Park y te
digas: “lo he logrado, lo he hecho”.
Gracias
Nueva York. Ojalá puede volver algún día.
Y el video:
Os pego aquí también el enlace al video de la carrera que he subido a YouTube:
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