domingo, 10 de noviembre de 2013

Muchas gracias Nueva York

Bueno, os pongo aquí un texto que escribí al día siguiente del Maratón de New York para ser publicado en el periódico Deia. Por desgracia no han tenido hueco esta semana y ya han pasado unos días y no ha podido ver la luz, así que lo subo aquí.


Muchas gracias Nueva York
Javier Sánchez-Beaskoetxea
Corredor popular

La verdad es que ha merecido la pena. Desde que hace casi dos años decidí correr el Maratón más famoso del mundo en Nueva York ha pasado mucho tiempo, pero sobre todo ha pasado un año de más. En 2012, tras todos los largos días de entrenamiento en solitario (lo más duro de los maratones), tras viajar hasta la Gran Manzana en un viaje que no es barato precisamente, las consecuencias del Huracán Sandy nos dejaron a casi 50.000 personas con la miel en los labios a día y medio de la cita con la leyenda.
Pero si algo tiene que tener un verdadero corredor de fondo es perseverancia y no permitir que los contratiempos, aunque sean así de complicados, te hagan rendirte. En América dicen “Don’t give up”, no te rindas, y eso es lo que hicimos muchos, no cejar en el empeño y por eso, un año después hemos tenido nuestra recompensa.
El maratón de Nueva York es duro, y lo es por muchos motivos. En primer lugar porque estás en una ciudad en la que lo quieras o no vas a terminar muy cansado los días anteriores a la carrera de tanto caminar, de ver tiendas, de estar varias horas de pie viendo la inmensa Feria del Corredor. Antes de la carrera ya estás agotado y no es lo mejor para correr un maratón.
En segundo lugar es duro porque tienes que ir varias horas antes de la salida hasta las cercanías del puente Verrazano, y allí esperar, con mucho frío, que pase el tiempo hasta que a tu grupo de salida le toque oír a Frank Sinatra y su “New York, New York” para poder empezar a correr. Madrugón, desayunar de mala manera, pasar frío,…
Y en tercer lugar, el recorrido tiene muchas cuestas, sobre todo en los puentes que se cruzan. Y eso cuando ya estás con las piernas maduritas se nota mucho.
Pero el Maratón de Nueva York es un maratón fácil de terminar. Mientras en otros maratones puedes tener varias veces la tentación de retirarte, en Nueva York eso no te puede pasar, sencillamente porque es tal el ambiente que hay y la fuerza con la que te animan decenas de miles de personas a lo largo de todo el recorrido que incluso con una lesión importante harás lo imposible por llegar a meta. Además, y eso facilita la participación de mucha gente, el cierre de control es muy generoso y casi podrías hacer el recorrido caminando.
Todo lo que sentí cuando llegué a la meta de Central Park este domingo hace que hayan valido la pena los dos viajes a Nueva York, las horas de entrenos, los sufrimientos, las lesiones, y todos los innumerables obstáculos con los que se enfrenta siempre cualquier maratoniano.
Más de 42 kilómetros chocando mi mano con otras miles de manos. Manos de niños, de ancianos, de policías, de blancos, de negros, de chinos, de judíos, de ricos, de pobres,… En Nueva York vive todo el mundo, y todo el mundo siente este maratón como algo especial. Y mientras lo corres te ves protagonista de algo que va más allá del deporte.
Siguiendo los consejos que me dieron, en la camiseta con la corrí la carrera llevé mi nombre. Y nunca en la vida he sentido tanto los ánimos de la gente como en Nueva York. Tantos gritos de “Javier, go Javier” me erizaban hasta el último vello de mi cuerpo y no paraba de dar las gracias a todas estas personas que hacen tan especial este día para los que lo vivimos allí.
Si te gusta correr, si quieres sentir algo único de verdad, tienes que ir a este maratón. Serán las horas más intensas de tu vida. Sufrirás, pero no querrás que termine. Y eso solo lo entenderás cuando pases la meta de Central Park y te digas: “lo he logrado, lo he hecho”.
Gracias Nueva York. Ojalá puede volver algún día.

Y el video:
Os pego aquí también el enlace al video de la carrera que he subido a YouTube:

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