La Milán - San Remo: Mi último monumento
Un
clasicómano que se precie de estar en el reto de completar los
"monumentos" del ciclismo en su versión cicloturista no puede evitar
tener un cierto miedo cuando se enfrenta a la "classicissima", la
Milán San Remo. Es cierto que es la más sencilla si miramos el perfil de la
ruta, pero sus casi 300 km y la relativa escasa participación (poco más de 1200
en la edición de 2013, el récord), pero muy selecta en cuanto al tipo de
cicloturista, hace que para los que somos más bien de ritmo diesel, tipo
randonneur, el tener que hacer una media de bici elevada para llegar dentro de
las 12 horas de límite que hay, sea una preocupación con la que nos enfrentamos
a la ruta entre las llanuras de Milán y escarpada costa de San Remo.
Pero
tras haberme enfrentado a los muros adoquinados y al frío de Flandes, a las
colinas interminables de Lieja y a los inmisericordes adoquines de Roubaix, no
iba a echarme atrás ante un recorrido bastante llano de casi 300 km.
En este
tipo de pruebas en las que se sale de un sitio y se termina en otro tan lejano,
la logística es un quebradero de cabeza. La organización facilita bastante el
tema, ya que trabaja con una agencia de viajes que nos soluciona los hoteles y
organiza los traslados, pero finalmente, como tuvimos la suerte de contar con
una estupenda conductora a nuestro servicio, solo nos preocupamos de que nos
reservaran los hoteles en Milán y en San Remo, ya que nos iba a seguir el coche
durante la prueba.
Prólogo
en Mónaco
Tras un
largo viaje el viernes desde Bilbao hasta Mentón (junto a Mónaco), parte de la
expedición dedicamos unas horas el sábado por la mañana para conocer el Col de
la Madone (famoso por ser en el que Lance Armstrong realizaba sus últimas
pruebas antes del Tour) y Mónaco, y así hacíamos una etapa prólogo.
Realmente
fueron unas horas de bici muy bien empleadas, ya que el Col de la Madone nos
resultó extraordinaria. Por la otra vertiente bajamos al Principado de Mónaco
por la carretera de La Turbie, pasando por la curva en la que encontró la
muerte Grace Kelly, antes de disfrutar unos minutos del lujo y del glamour de
esta curiosa ciudad-estado. Yates y coches de lujo, un paso mítico por el túnel
del circuito de F1, en fin, un paseo en bici muy interesante. Un café junto al
mar, ducha, y de nuevo a la carretera para llegar hasta el Hotel de Milán a
recoger los dorsales y a dejar las bicis.
Por
supuesto, fuimos a pasear un poco por la Piazza del Duomo y nos quedamos a
cenar en la galería Vittorio Emanuelle II, el Salón de Milán, unas galerías
comerciales del s. XIX preciosas. En fin, un sábado bien aprovechado desde el
aspecto turístico del viaje.
En
ruta
Pero
vayamos al tajo, que para eso hemos venido.
El
domingo había que madrugar, puesto que a las 7 de la mañana se da la salida y
hay que ir un poco antes para el control del chip. No hay demasiada gente
comparando esta marcha con otras más multitudinarias, como el Tour de Flandes o
la Quebrantahuesos. Éramos unos 1200 participantes, como he dicho antes. Y
viendo a la mayoría de ellos ya se ve por dónde van los tiros en esta carrera,
puesto que para muchos es una carrera y van en equipos, con coches y motos de
apoyo, pinganillos, avituallamientos con bolsa sin detener la marcha y toda la
parafernalia de las carreras, salvo con la diferencia sustancial de que el
tráfico no está cortado.
Yo salí
bastante atrás para evitar el estrés del pelotón y porque, con mi preparación,
no estaba en condiciones de rodar muy rápido. Fue un acierto, ya que desde el
inicio se formó un pelotón trasero en el que se rodaba con tranquilidad y todo
el rato a más de 30 km/h, y eso a pesar de un par de chaparrones que nos
cayeron nada más empezar. Hay que decir que hasta el avituallamiento al pie del
Turchino (la Turbina como le bautizamos nosotros), el recorrido es bastante
llano y con muchas rectas, lo que facilita el ir rápido en el pelotón sin
agobiarse mucho.
En esta
primera parte, como digo, fui bastante cómodo, dentro de lo que cabe, pero poco
antes del avituallamiento, en el km 120, tuve que parar en un bar de Ovada, ya
que no tenía ni una gota de agua, tenía mucha sed y además me explotaba la
vejiga. Ya casi llegué de los últimos al control, km 125, y allí llevaba una
media de 32,5 km/h. Creo que es de las pocas veces, si no la única, en la que
he estado 120 km en bici sin soltar los pies de los pedales.
Después,
ya salimos hacia el Turchino en algunos grupitos y, la verdad, se me hizo más
duro de lo que esperaba. Arriba me encontré con la sorpresa agradable de que la
cima es en un túnel estrecho de paso alternativo, lo que le daba un encanto
especial.
Estuve
un ratito en la cima para comer algo, tomar un café y cambiarme de calcetines.
Mi amigo Bernar que había coronado poco antes que yo, se fue para adelante con
eso de "voy tranquilo que me coges", al más puro estilo de mi club.
Por supuesto, no le vi en más de 50 km, hasta que se paró para esperarme.
La
bajada del Turchino la hice tranquilo y ya en Génova nos encontramos con el mar
que ya no abandonaríamos en todo el día. Hacía viento, por ahora favorable,
pero en algunos recodos de la carretera pegaba fuerte de cara. Algún chubasco
hacía algo peligrosos los descensos de esta zona de costa, que es un continuo
sube y baja alternado con pasos llanos por los pueblos, con mucho tráfico y con
mucho peligro. Es algo sabido, pero es increíble lo mal que conducen los
italianos, adelantándonos muy pegados y de forma suicida a veces. Vi más de un
accidentado, lo que no daba muy buen rollo, la verdad.
En
Savona, junto a un gran crucero de los Costa, la empresa del tristemente famoso
Costa Concordia, me junté con Bernar y seguimos juntos hasta que en el Capo
Berta una pequeña galerna, con fuertes vientos, rayos, truenos y lluvia muy
intensa nos hizo refugiarnos un rato. Luego nos separamos por el peligro de las
bajadas y mientras yo pasaba la Cipressa y el Poggio mucho mejor de lo que
había previsto y ya con sol de nuevo, él se dedicó a buscar alguna subida nueva
para la carrera profesional, haciendo unos cinco kilómetros de más (como si fueran pocos los 295 oficiales).
Tras un
descenso del Poggio mucho más despacio del que vemos en la tele, llegué a la
meta y me di la vuelta para esperarle a la entrada de San Remo.
Finalmente
no pude llegar en menos de 12 horas, que es lo que oficialmente dejan. En bici
me salieron 10:54, a 27,1 km/h de media, pero con todas las paradas que hice
llegué a meta en 12:21, a 23,9 km/h en total. Salimos unos 1200 participantes y
llegamos a San Remo 930. Yo llegué el 17º (por la cola) pero terminé entero,
que era mi objetivo, sobre todo porque el último mes había estado algo
fastidiado de salud.
Aunque
la marcha es bastante llana, en total me salieron 1935 metros de desnivel
ascendido, ya que además del Turchino, los capos, la Cipressa y el Poggio, hay
muchos repechos en toda la costa. Eso sí, los que iban delante seguro que no
quitaron prácticamente el plato en todo el día.
En fin,
que ya tengo todos los monumentos que se organizan en versión cicloturista.
¿Cuál
es el más bonito? No lo sé. Flandes es especial por el ambiente y por coincidir
con la carrera profesional. Me gustaría repetir. La Lieja es bonita, y dura,
pero no me llamó mucho la atención, ya que el recorrido no es muy diferente del
que puedo hacer en Euskadi, por las cuestas y por el paisaje. La Roubaix tiene
un encanto mítico que me gustaría volver a sentir, y es con diferencia en la
que más he sufrido. La Milán San Remo me ha permitido añadir a mi colección de
lugares mágicos del ciclismo el paso por el Turchino y el Poggio, pero no creo
que la repita. La organización no es muy buena y los kilómetros de la costa son
un peligro. Solo os la recomiendo si estáis en el reto de los monumentos.
Con Ricardo, en la Piazza del Duomo.
Paso del Turchino.
Tormentón en Capo Berta.
En la meta, por fin.
Col de la Madone.
La Giant Madone ;-)
Aquí murió Grace Kelly.
Mónaco. Mucho lujo.
La salida, con el maillot del Stelvio.
Bernar y Alasne.
Rodando por la costa italiana hacia San Remo.
Savona, sede de los Costas.
Mi dorsal, el de mi último monumento.
Subiendo el Poggio. Esto se acaba.
Foto final en San Remo.
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