Pues ya estoy en casa tras una semana trepidante en la ciudad de los rascacielos, New York, la capital del mundo más internacional.
Un viaje de contrastes, no solo por los que ves en NY, donde hay de todo, sino por el contraste de emociones que he vivido.
Por la parte positiva está el viaje en sí. Nueva York me encanta, es mi cuarto viaje a esta ciudad y no me cansa. Sus calles, su vitalidad, sus edificios, la gente,... Todo en NY es digno de pasar todo el día con los ojos bien abiertos para no perderte nada. Es una ciudad con un sonido especial. El pi-pi característicos de las bocinas de los coches, el ruido del metro, el viento. Es una ciudad con una luz especial, tanto de día, con los rayos de sol esforzándose por llegar al asfalto entre tanto edificio alto, como de noche, donde las luces del neón de los anuncios se impone y te ilumina continuamente. Y es también una ciudad con un olor especial, un olor a perrito caliente, a salsa de hamburguesa y a comida rápida, y un olor a perfume caro y a glamour.
También en la parte positiva está la gente que he conocido del grupo con el que fui de la empresa
Sportravel, y los amigos que he vuelto a ver allí, como Juan y su mujer Linda, que no solo me recibieron en su casa de Pensylvannia los dos últimos días, sino que Juan me llevó en su avioneta para poder ver NY desde el aire, tras saber que el vuelo turístico que había contratado en helicóptero se canceló por los daños del huracán.
Luego está la parte negativa, la de la cancelación de la carrera el viernes por la tarde, cuando los 47.000 participantes ya estábamos en la ciudad. Expresé mi opinión en
este artículo del diario El Correo el mismo domingo en el que teníamos que estar corriendo.
El instante en que me lo comunicaron, cuando regresaba al Hotel tras dar una vuelta por la ciudad y haber cogido mi dorsal por la mañana, fue como una catarata de emociones y sentimientos que recorrió todo mi cuerpo en dos segundos. El primer segundo fue pensar que me estaban gastando un broma, y en el siguiente segundo, tras ver en los rostros de la gente que no era ninguna broma, mi mente pasó de pensar que qué le íbamos a hacer, que no había nada en nuestra mano que cambiara la situación, a pensar una alternativa (el maratón de San Sebastián que es el domingo 25 de noviembre) y que el año que viene ya tenía una excusa para volver a NY.
Porque siento que me han quitado algo. Siento que me faltan esas sensaciones que sabía que iba a tener durante toda la carrera. Durante los kilómetros de entrenos había soñado en cruzar el puente Verrazano, en entrar en Brooklyn rodeado de miles de corredores y aplaudido por miles de personas, había imaginado cómo iba a pasar los malos momentos a partir del km 25, y, lo más importante, había soñado muchas veces en cruzar la meta de Central Park con los brazos al cielo y con la piel de gallina. Y sé que esas sensaciones solo las podré tener si vuelvo a New York y acabo el trabajo. No me valen otros maratones. Es como lo que sentí en el velódromo de Roubaix en junio, solo lo puedes sentir allí.
En fin. Una semana fantástica y una sensación de vacío muy grande. Cuando los de la organización de Sportravel me dieron la medalla de la carrera pensé en la ilusión con la que había soñado en juntarla con la piedra de Roubaix hace meses y la poca ilusión que me hace verla ahora.
Nueva York me debe algo, me debe una experiencia única en la vida. Y pienso cobrarme esa deuda.
Pongo aquí unas fotos. Hay más en mi facebook:
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Corriendo 22 km el día del No Maratón alrededor de Manhattan. Un día espectacular.
Corrí una hora con estos amigos de California y de Cuba.
El año que viene habrá que pasar de verdad esta meta.
Miles de runners por Central Park el 4 de noviembre.
El Sandy dejó su recuerdo en esta parte de la costa de New Jersey.
Sobrevolando el río Hudson. Qué experiencia más inolvidable.
Corriendo junto al Delaware River antes de regresar a casa.
Qué bonito es Manhattan.
Esta medalla no me sirve.
¿Os he dicho que qué bonito es Manhattan?
El sol se pone tras Miss Liberty.
El Empire State building, el edificio más elegante del mundo.
Tenía preparado esto para la llegada del maratón. Siempre me acuerdo de Felix en estas ocasiones y eso me ayuda a aguantar el sufrimiento.
Con Linda y Juan en su casita.
Muy bonito el puente de Brooklyn.
El cubano de NY Ibra Morales, con el que corrí un rato y que tiene el record de participaciones en el maratón de NYC con 37 maratones hechos.
Juan y su amigo tras el vuelo de tres horas que me obsequiaron.
Puente de Queensboro. Woody Allen,... Manhattan...
¿Os he dicho que qué bonito es Manhattan?