sábado, 28 de agosto de 2010

¿Dónde está el límite?


Os subo mi última columna para la revista Pedalier (nº 37)


¿Dónde está el límite?

Cuando escribo estas líneas, todavía tengo muy frescas las imágenes de los corredores de ultrafondo mientras participaban en esa maravilla de tortura que es la Race Across America (de la que tenéis un reportaje en este número).
Al comentar con amigos esta carrera, siempre surge el debate de si en este tipo de pruebas se trata de buscar dónde está el límite de la resistencia humana. Son 5.000 km sin parar, y tienen suerte que la tectónica de placas dejase la anchura de lo que hoy es EE.UU. en esta distancia, porque si llegan a ser 7.000 km también habría ciclistas dispuestos a completar el recorrido. De hecho, entre los orígenes de la carrera, está la hazaña de un corredor americano que hizo la doble transcontinental, esto es, ir de Nueva York a Los Angeles y regresar de nuevo por el mismo camino. Su nombre es Lon Haldeman y completó esta doble hazaña en 24 días y 2 horas. Esto fue en 1981. Los dos años siguientes ganó las dos primeras ediciones de la RAAM y luego hizo otras tres veces segundo en la categoría de Solo, y ganó la carrera también en tandem.
Quizás se podría decir que esa doble transcontinental de Lon Haldeman es un límite difícil de superar, pero estoy seguro de que él mismo, y algunos otros, podrían hacer más kilómetros aún. Alguno pensará que el límite de cada uno está cuando realmente ya no puedes dar una pedalada más, esto es, cuando el agotamiento es tan total que deberían llevarte de urgencias a un hospital (o directamente al tanatorio, diría otro).
No lo sé. Quizás siempre se puede dar un paso más. Cuántas veces hemos visto en las carreras que un corredor se acerca a meta ya entregado, viendo cómo se le escapa la victoria, casi sin poder ni tenerse en pie, y de repente, viendo que el corredor al que ya daba por ganador tiene un problema, el casi hundido revive y empieza a esprintar motivado por una posible victoria que ya daba por perdida.
Recuerdo también, en la primera edición de la desaparecida marcha cicloturista Jesús Loroño, a un participante que alcanzó la línea de llegada de Urkiola pálido, y nada más atravesar la ansiada raya comenzó a vomitar y tuvo que ser atendido por los sanitarios ya que estaba completamente grogui. Pues bien. Me apostaría algo a que si a aquel cicloturista le hubieran dicho que la llegada era 500 metros más adelante hubiese recorrido ese medio kilómetro antes de derrumbarse como lo hizo.
Todo está en la cabeza. Nuestra mente, y la motivación que tengamos dentro, es el mejor músculo que tenemos y lo que realmente nos hace superarnos. Y todo ello nos va cambiando a medida que vamos pasando por las diferentes etapas de nuestra vida como cicloturistas.
Cuando yo era un chaval de catorce años y me iniciaba en esto de dar a los pedales, hacer 100 km seguidos me parecía un reto insuperable. Un día pasé esa cifra con unos amigos y ya no me parecía tan complicado.
Tardé varios años en superar el siguiente hito, que era el de los 200 km, una marca que hoy en día me parece una distancia normal para un cicloturista, sobre todo desde que empecé a hacer brevets de 300 km. Y por ahora esta cifra es mi límite, eso sí, sazonada con muchos puertos, todos los que hay en la Luchón Bayona, mi mayor hazaña en larga distancia (para algunos media distancia, claro está).
Por eso, al ver a los corredores de la RAAM, a Julián Sanz y sus colegas de ultradistancia, casi me da vergüenza contarles mis proezas, que para ellos no son más que un entrenamiento normalito.
Y si nos salimos de nuestro mundillo de la bicicleta, encontramos numerosos retos que nos parecen que superan cualquier límite razonable de la resistencia humana, como los que participan en carreras de 1.000 millas (1.609 km) corriendo a pie, o los que hacen triatlones de larga distancia que multiplican por diez las distancias de un Ironman, esto es 38 km nadando, 1.800 km en bici y luego 420 km corriendo.
¿Tendrán razón los que dicen que el límite estará cuando se organice una competición que nadie pueda completar? Es algo así como lo que decía un viejo director del Tour de Francia, hablando de la épica y la dureza de la prueba, cuando apuntaba que le gustaría organizar un Tour en el que sólo terminara un corredor.

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