miércoles, 14 de noviembre de 2007

Premio PIRENE de periodismo interpirenaico

Esta semana he tenido la excusa ideal para hacer un viaje a Andorra: el artículo "Sin fronteras" que publiqué en en el número 53 de la revista "El mundo de los Pirineos" en septiembre de 2006 ha sido el ganador en la modalidad de prensa escrita en la edición 2007 del "Premio Pirene de periodismo interpirenaico", al que se presentaron otros 22 trabajos en esta modalidad.

Así que he ido al país de los Pirineos para estar presente cuando se ha hecho público el fallo del jurado. En la foto de la web http://www.govern.ad/ estoy con el Ministro Portavoz del Govern de Andorra, Juli Minoves, con el diploma acreditativo del premio.

Ha sido emocionante y muy ilusionante para mí. Uno no está acostumbrado a recibir premios, y menos uno como éste, que es importante, con 3.005 euros de premio. Es un motivo de orgullo y de satisfacción saber que el trabajo que uno creía bien hecho también ha sido visto así por otras personas.

Os cuelgo aquí el texto del artículo, por si os interesa leerlo.



PIRINEOS SIN FRONTERAS

“Irun avanza sin fronteras”. Curioso lema para un pueblo fronterizo. ¿O quizás no? Hasta hace pocos años, cualquiera que cruzase la frontera a través de la “muga” de Irun debía soportar largas colas e inspecciones en su vehículo. También podía ver con sus propios ojos cómo esta bella comarca del Bidasoa, vasca tanto a una orilla como a la otra de este río salmonero, estaba partida en dos no sólo por las aguas, sino por una línea artificial de ésas que los seres humanos gustamos de trazar en los mapas y que, a menudo, tantos quebraderos de cabeza nos traen.
Pero hoy, si accedemos a la página web del Ayuntamiento de Irun nos encontramos con este lema: “Irun avanza sin fronteras”. Y es que el mundo da muchas vueltas, y no sólo alrededor del Sol. Donde antes había una línea que marcaba los límites de dos formas de vida, ahora hay nuevas oportunidades de negocios, nuevas sinergias entre pueblos pertenecientes a administraciones políticas distintas, nuevas ganas de hermanamiento con los vecinos a los que antes se les veía un poco más lejos.
Y así a lo largo de todas las zonas de los Pirineos en los que la naturaleza ha permitido al ser humano erigir pueblos cercanos unos a otros y a los que el devenir de la historia ha puesto en lugares separados en el reparto del control del territorio. Ahora no es raro encontrar hoy a ciudadanos que trabajan o mantienen negocios en el lado sur de la cordillera pero que residen en el lado norte aprovechando que allí la vivienda es más asequible.
Pero no nos engañemos. La frontera sigue estando ahí. Lo que pasa es que el Convenio de Schengen de 1990 nos permite cruzarla con una mayor libertad que antaño. Casi, casi (y en muchos lugares así es), podemos cruzar los Pirineos sin detenernos, aunque en algunos pasos importantes sigue habiendo instalaciones que nos recuerdan que en ese punto pasamos de un país de la Unión Europea a otro (¡qué envidia ver el paso entre otros estados donde sólo encontramos una señal en la autopista con el nombre del país al que entramos!).
Pero ¡ay!, ¡qué rápido nos adaptamos a los cambios! ¡Cómo hemos olvidado en pocos años lo que es una aduana! Basta decir que en Andorra no es extraño el que alguien entregue al policía de turno junto al DNI la tarjeta de crédito creyendo que está en el peaje de la autopista.

Aduaneros
Mas regresemos a Irun. Hasta la entrada en vigor de estos cambios (sobre todo a raíz a de la implantación de la libre circulación de mercancías), miles de personas vivían en Irun del negocio de la Agencias de Aduanas. La supresión (salvo el negocio residual de despacho de mercancía proveniente de terceros países con destino al estado español) de estas obligaciones administrativas supuso una gran conmoción en este pueblo de Gipuzkoa.
Abdón Francés fue presidente del Colegio de Agentes de Aduanas de Irun. Él nos contó cómo desaparecieron de la noche a la mañana 800 empleos directos en Irun. Fueron meses en los que la incertidumbre se adueñó de los habitantes de esta bonita zona del País Vasco. Como en otras muchas reconversiones, esta incertidumbre se solucionó con tiempo, indemnizaciones, jubilaciones y muchas noches sin dormir. Finalmente, gran parte de las personas que hasta entonces sólo habían trabajado en el negocio aduanero se vieron regentando otro tipo de negocios anexos a lo que significa la frontera. Así, casi todos los establecimientos de hostelería, gasolineras o de “souvenirs” que vemos junto al puente fronterizo pertenecen a antiguos trabajadores del sector. También hay quien le ha echado más imaginación, y por ejemplo el barco que une Hendaia con Hondarribia está pilotado por otro de los reconvertidos.
Siguiendo la cordillera, a muchos nos resultan acogedoras esas pequeñas ventas fronterizas que encontramos en tantos puertos navarros y aragoneses. En Luzaide-Valcarlos, bajo el puerto de Orreaga y muy cerca de la importante localidad vasca de Donibane Garazi (Sant Jean Pied de Port), las ventas abundan, y la vida de los vecinos del pueblo ha girado durante años en torno a su situación de frontera entre dos realidades, aunque antaño todos formaban parte de una única realidad que era el Reino de Navarra, por lo que sus relaciones siempre fueron buenas. Ahora nos cuentan que con la supresión de una frontera artificial se acabó para los vecinos de la zona la calamidad de las trabas que la aduana imponía. Y, pese a que la aduana de Luzaide-Valcarlos no era muy importante, el hecho de poder pasar de un pueblo a otro sin tener que dar explicaciones se agradece y el trato entre los vecinos es más fácil.
Donde sí que hay un trasiego muy importante de gente que se detiene en las ventas es en el paso fronterizo del Portalet. Allí, salvo en los meses invernales donde la nieve se convierte en una verdadera frontera natural y sólo unos pocos establecimientos abren, la actividad comercial de estos pintorescos comercios (que venden recuerdos andaluces como si estuviesen en Chiclana de la Frontera) es frenética, sobre todo, y como pasa en casi todos los pasos fronterizos, por la gran cantidad de clientes franceses que se acercan a los diez negocios de la parte española (por sólo uno en la parte gala), para comprar. Y para comprar tabaco, habría que decir.



El tabaco
Juanjo, de la venta Peirelun del Portalet, nos comenta que antes pasaba por su establecimiento más gente, aunque el volumen de ventas era menor que ahora. Hoy en día pasa por caja menos gente, pero la venta de tabaco se ha disparado y supone el 40% del negocio total. La explicación es que los impuestos sobre el tabaco en Francia son muchísimo más altos que en España, por lo que todo francés que desea tabaco y está cerca de la frontera pirenaica aprovecha para comprar unos cuantos cartones, en concreto cinco cartones. ¿Y por qué cinco? Porque es el máximo que permite la legislación francesa comprar a un francés para que sea considerado consumo propio. Para controlar esto no es raro que cerca de los pasos fronterizos la Gendarmería pare a los vehículos franceses de vez en cuando y los revise para evitar este contrabando, que es ya prácticamente el único que resiste en los Pirineos, marco habitual para las gestas de los contrabandistas de antaño.
No muy lejos del Portalet, en Canfranc, la nueva situación también ha requerido una adaptación. A su alcalde, Fernando Sánchez, se le nota satisfecho al relatar cómo se va recuperando poco a poco la población que perdió desde los primeros años 90. Ahora Canfranc dirige su mirada hacia los servicios y hacia el turismo del esquí. Además, se pretende convertir en un Hotel la antigua Estación Internacional, y reabrir el paso a Francia de la vía de mercancías, aunque con hangares más pequeños y realizando el trasbordo en Zaragoza. Cuenta el alcalde, también, que el nuevo túnel carretero, aunque no ha aumentado el paso de mercancías, al no ser muy buena la carretera del lado francés, sí que ha permitido el que aumente algo el turismo francés, de gente que cruza por el túnel para pasar el día y hacer compras en el pueblo.
Un poco más allá, llegamos al Valle de Aran, un reducto aislado del resto de Cataluña por nuestra cordillera. Aquí, la desaparición de la aduana no ha modificado demasiado la vida de los araneses. La gran transformación se produjo muchas décadas antes, con la apertura del túnel que conectó el valle con el resto de Cataluña incluso en invierno, cuando siempre se quedaba aislado. Debido a esta separación física con el lado sur de los Pirineos, los araneses desde siempre han mantenido un contacto muy directo con sus vecinos galos, contacto que con la supresión de la Aduana se ha incrementado más si cabe, y no es extraño que muchos araneses, sobre todo del Bajo Aran, hablen aranés, catalán, castellano y francés. Al igual que en Luzaide-Valcarlos, o en otros muchos pasos fronterizos pequeños, no ha habido un cisma laboral, y el poder pasar la frontera sin ningún tipo de control favorece la adopción de acuerdos que facilitan la vida de las gentes. Así, los araneses puede acudir al hospital de Saint Gaudens, en lugar de tener que ir a una lejana Lleida. Un ejemplo de la artificialidad de las fronteras en la vida de las personas del Pirineo.
Otro gran paso fronterizo de Pirineos es La Jonquera. Aquí también las vidas de sus habitantes se han visto modificadas por la política internacional.
Jordi Cabezas es el alcalde de La Jonquera y lo que nos cuenta sobre el modo en que se transformó el pueblo al comienzo de 1993 es muy similar a lo vivido en Irun. De los 2.600 habitantes que tenía La Jonquera en 1992, unos 800 se quedaron sin empleo y en pocos meses la población bajó a los 2.300 habitantes. Pero, como en Irun, muchos de los afectados invirtieron sus indemnizaciones en nuevos negocios y otros fueron recolocándose en empresas de la comarca del Alt Empordà, que por suerte goza de una buena salud laboral.
La administración adoptó diversas medidas para reconvertir el “monocultivo” de las Agencias de Aduanas en otros negocios de servicios, y así se fueron dando nuevos usos a terrenos aduaneros y fueron surgiendo empresas dedicadas a atender a los numerosos transportistas internacionales que se detienen en La Jonquera. Estaciones de servicio, supermercados, restaurantes,... Todo lo que un camionero necesita lo encuentra en La Jonquera, además de un gigantesco aparcamiento donde dejan su camión y descansan unos 8.000 transportistas todos los días.
Aquí, como en todos los pasos fronterizos pirenaicos, la venta de tabaco también es uno de los negocios estrella, y uno de los estancos de la zona, en La Pertús, era hasta hace poco el que más tabaco expendía en todo el Estado (teniendo en cuenta que muchos de sus mejores clientes eran los supermercados de la zona). Aunque la nueva Ley Antitabaco ha empezado pronto a cambiar esta tónica, pues ahora el tabaco ya no se puede vender en supermercados, cuanto hasta el año pasado en algunos de estos establecimientos se facturaba al mes sólo en tabaco más de un millón y medio de euros.



Andorra
Al “país de los Pirineos”, todo esto de Schengen y demás historias le queda muy lejos. Sin embargo, como nos cuenta Albert Salvadó, escritor andorrano, el cambio importante en este país ocurrió con la entrada de España en la Unión Europea. Hasta entonces Andorra vivía en gran parte del comercio con España de productos que no existían al sur de los Pirineos, y del comercio con Francia propiciado por la gran diferencia de precios. Hasta la entrada de España en la U.E. en Andorra se vivieron, según dice Albert, las épocas del nylon, del Duralex, de la fotografía, de los discos prohibidos (como los de Raymon), del transistor, de la electrónica, del whisky, etc. O sea, de los productos estrella de cada época (además del tabaco, que ése lo es siempre).
Al entrar España en la U.E. a ambos lados se podía comprar ya de todo, y la ventaja de los precios andorranos fue mitigándose rápidamente. Ahora Andorra ha pasado a ser un país de servicios, de turismo (de invierno y de verano), de deportes de aventura. Sigue habiendo productos en Andorra que atraen a sus vecinos, como la Viagra y otros medicamentos de venta restringida aún en España. Tal vez lo más curioso sea, como bien dice Albert, que la aduana puede que se haya convertido en un valor en sí misma, ahora que ya no la hay en otros sitios, pues “constituye un atractivo más en la oferta del país. Cruzar una frontera, pasar una aduana y que te registren, siempre añade un poco de morbo al tema. Además, con un poco de suerte, incluso puedes contar alguna anécdota”.


Despiece 1
El enclave de Llivia
Llivia es un caso extraño dentro de nuestros Pirineos. Por un descuido burocrático del Tratado de los Pirineos de 1659, que trazó la actual frontera, al dictaminar que las ciudades y los pueblos de la parte norte de la Cerdaña pasaran a formar parte de Francia, no se tuvo en cuenta el que Llivia no era ni pueblo ni ciudad, sino una villa. Así pues, Llivia se convirtió en el único enclave español en Francia.
Nos comenta el Sr. Josep Vinyet, un gran conocedor de la historia y de la idiosincrasia de Llivia, que en realidad la libertad de tránsito de la que gozan los franceses por el interior del enclave viene amparada por el Tratado de los Pirineos, y la desaparición de las aduanas no ha supuesto gran cosa más que el cese en el ya escaso control que ejercían los carabineros. Hoy en día el comercio quizás ha experimentado una mayor evolución de libre mercado, sin trabas de ninguna clase, y se aprecia una mayor concurrencia de visitantes franceses que encuentran ventajas en la adquisición de productos textiles y de alimentación.
La desaparición de las aduanas ha supuesto para Llivia una intensificación en sus relaciones con las poblaciones francesas que la rodean. La administración lliviense establece ahora mayores contactos directos con la francesa para resolver cuestiones que les afectan mutuamente.
Comenta Josep Vinyet que tal vez el mayor cambio producido por la nueva situación creada, radique en la presencia legal autorizada, sin las restricciones a las que estaba sometida durante la vigencia del régimen fronterizo anterior, de inmigrantes de distintos países que han establecido en Llivia su residencia y desde donde todos los días se trasladan sin problemas al otro lado de la frontera con contratos de trabajo. Y en la situación anterior, esto era impensable.



Despiece 2
La Eurociudad Baiona-Donostia
La comarca del Bidasoa, como hemos visto, fue una de las más castigadas por la desaparición de la aduana. Pero esta zona del Pirineo, al contrario de lo que ocurre en el extremo opuesto, en la Jonquera, es una zona en la que prácticamente, y sin solución de continuidad, se solapan unos pueblos con otros. Así, desde Donostia hasta Baiona el viajero sólo se da cuenta que pasa de una localidad a otra por el cartel junto a la carretera.
Esto, y el hecho de que Irun y Hendaia, las localidades fronterizas, estén pegadas, ha facilitado una interacción que las administración han sabido aprovechar para crear la llamada “Eurociudad Vasca Bayonne-san Sebastián”, una gran ciudad que se alarga durante 50 km y en la que habitan unas 600.000 personas con una gran voluntad de vivir sin fronteras y que, como en otras zonas europeas, es un ejemplo de lo que debería ser una verdadera Europa sin fronteras.
La Agencia Transfronteriza para el Desarrollo de la “Eurociudad Vasca Bayonne-San Sebastián” se creó en febrero de 1997 por la Diputación de Gipuzkoa y la Comunidad de Aglomeración de Bayonne-Anglet-Biarritz. Su forma jurídica es la de una agrupación europea de interés económico con sede en Donostia y su objetivo es animar a la cooperación transfronteriza en el territorio.
Esta Eurociudad pretende contar con una gran plaza, la Plaza Mayor de la Eurociudad, que será la suma de las plazas que existen hoy en los pueblos que la forman; el campus universitario de la Eurociudad será la suma de los campus con los que ya cuentan; y lo mismo quieren que ocurra con las playas, la costa, la cultura, etc.
El reto es importante, porque las realidades de las que se parte son diferentas: con núcleos de población más grandes en Gipuzkoa, más enfocados a la industria, y con un idioma común, el euskera, frente a dos idiomas mayoritarios diferentes. Incluso el ancho ferroviario es diferente, como muestra de una manera de pensar en el pasado en la que no se interactuaba con el vecino, sino más bien contra el vecino.

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