Esta semana cerca de 5.000 cicloturistas están participando en la mayor aventura en forma de marcha cicloturista que hay en nuestro planeta: la París-Brest París. Son más de 1.200 km sin parar, a realizar en un máximo de 90 horas.
Como homenaje a estos hombres y mujeres subo aquí un artículo que escribí en 1999 sobre aquella edición (se celebra cada 4 años) en la revista "Ciclismo a fondo".
PARÍS - BREST - PARÍS, la gran odisea... a pedales
Éste podría ser un artículo de ésos que suelen comenzar con un “todo empezó un...”, pero, ¿cuándo empezó realmente esta aventura que voy a contaros? ¿El lunes 23 a las 20:00 cuando se dio la salida del primer grupo en esta histórica edición de la PBP? ¿El pasado marzo cuando los participantes comenzaban la serie de Brevets clasificatorios para poder inscribirse? ¿O en 1891, cuando a algún “loco” se le ocurrió organizar una carrera de más de 1.200 km sin parar?
Quizás la respuesta a la pregunta “¿cuándo empezó?” no sea ninguna de las que he apuntado. Seguramente la respuesta haya que buscarla mucho más atrás en el tiempo, cuando los hombres se embarcaban en grandes e inciertas aventuras hacia lo desconocido, sin saber siquiera si regresarían con vida. Ahí están las gestas de los rudos exploradores polares, como Amundsen, Scott, ...; de los intrépidos pioneros africanos, como Richard Burton, Livingstone, ...; de los valerosos marinos que ayudaron a completar el mapa del mundo, como Magallanes, Cook, Malaspina, ...; de antiguos viajeros en busca de riquezas como Marco Polo, etc. Y si vamos un poco más atrás nos encontramos con un pequeño grupo de hombres pioneros, que casi desnudos e indefensos se atrevieron a dejar su África natal y conquistaron el planeta.
El mismo espíritu y el mismo carácter inquieto y curioso que hicieron que el hombre sea lo que es hoy, son los que hacen que miles de personas tomen la salida en una prueba deportiva como la PBP, que es mucho más que deporte para la mayoría: es exploración. Exploración de sus propios límites, tanto físicos como psicológicos, y sobre todo exploración de su capacidad de resistencia y de superación de cuantos obstáculos tratan de oponerse a su deseo de vencer el reto.
Siguiendo este anhelo he llegado a París tras más de 1.200 km apoyando y siguiendo a un grupo de los 3.584 participantes que tomaron la salida hace casi cuatro días. Han sido muchas horas agotadoras pero muy intensas que me han permitido ver un cicloturismo que es desconocido para la mayoría de los practicantes españoles. Un cicloturismo más auténtico y de autosuficiencia. ¿Quién no ha deseado alguna vez coger su bicicleta y lanzarse a recorrer el mundo? Pues esto es lo que significa este genuino y original modo de practicar el cicloturismo.
Seguir los grupos de cicloturistas de noche, con sus linternas y chalecos reflectantes, que de lejos les hacen parecer luciérnagas ruborizadas, es una experiencia única, alucinante, surrealista. A lo largo de los kilómetros, duros kilómetros plagados de cotas y repechos, he podido ver de todo: cicloturistas durmiendo en cualquier sitio como paradas de autobús o cabinas de teléfono, por no haber sabido descansar a tiempo en un control; grandes amigos enfadándose y desconocidos convirtiéndose en grandes amigos; gente con bicicletas sofisticadas y otros con bicis de piñón fijo; ciclistas con la casa a cuestas y otros con nada más que lo puesto; etc.
Por cada participante se puede decir que hay una forma diferente de afrontar esta prueba, y seguro que todas son válidas y todas tienen pegas. Unos optan por no dormir y rodar lo más rápido posible sin apenas parar en los controles. Otros eligen un ritmo más pausado y se detienen en todos los controles para comer y dormir lo más posible (siempre teniendo en cuenta el límite de las 90 horas para no llegar fuera de control -la organización es muy estricta en este apartado-). La mayoría normalmente se decanta por parar a dormir una o dos veces y se apoyan en un coche con sus acompañantes que le esperan en los controles con ropa y comida para que las pérdidas de tiempo sean limitadas.
De todas formas no dejo de acordarme de Forrest Gump, de cómo salió de Greenbow (Alabama) corriendo hasta que llegó al mar, para después dar la vuelta y seguir corriendo. Y eso es exactamente lo que hacen aquí los cicloturistas, salir pedaleando hasta llegar al mar para dar la vuelta y regresar por el mismo sitio. Cualquiera pensaría que están locos, sobre todo oyéndoles decir lo mal que lo están pasando y lo duro que es. Pero yo debo estar tan loco como ellos, porque según les iba viendo con sus bicicletas con parrilla, con luces, con sus reflectantes y toda la parafernalia de auténtico randonneur no dejaba de pensar que quién estuviera en su lugar. Quizás el 2003, quién sabe.
Pero de lo que no hay duda es de que esta prueba es de las que engancha. La mayoría repite, quizás no dos años seguidos, pero es seguro que la experiencia les marcará y querrán revivir los momentos, las situaciones, las sensaciones. Por muy duro que se haga a veces el pedalear y por muy imperantes que sean las ganas de dormir, todos, o casi todos, echarán de menos el ambiente cosmopolita y el sentirse protagonistas de algo grande, único e histórico como es la París – Brest – París. Una auténtica odisea.
Algunos datos de la PBP’99
*3.688 cicloturistas inscritos, de los que salen finalmente 3.584 (235 mujeres)
*Se habla inglés: salen 1.981 franceses y 1.603 extranjeros. Entre los extranjeros la mayor parte son de EE.UU. (399), seguidos de los ingleses (336) y los daneses (132). Del resto de Europa sobresalen los italianos (115), alemanes (93), españoles (92), holandeses (76) y belgas (71). Hay que destacar la presencia de australianos (68), canadienses (67), sudafricanos (16) y rusos (14). Además hay ucranianos, japoneses, brasileños y un costarricense.
*De los españoles 2 son mujeres. La procedencia por provincias es variada: Oviedo, Cantabria, Bizkaia, Álava, Gipuzkoa, Burgos, Segovia, Huesca, Girona, Barcelona, Zaragoza, Madrid, Alicante, etc. Es de destacar que la participación española respecto a la edición del 95 ha aumentado casi en un 50 %.
*La mayor parte de los participantes (2.261) eligen salir en el grupo de 90 horas, en el grupo de 80 horas salen 755 y el resto entre los de 84 horas y bicicletas especiales.
*Cuando ya habían transcurrido 72 de las 90 horas que se dan como tope, sólo habían terminado unos 800 participantes de los aproximadamente 3.000 que finalizaron.
*Debido a unos desvíos de última hora en el trayecto, de los 1.204 km oficiales que marcaba el libro de ruta, salen casi 1.250 km reales. Por ello el cierre de control se amplía en 2 horas y 45 minutos.
*La media de edad de los participantes supera los 40 años. No es una prueba para novatos y casi todos los que salen en la PBP peinan canas hace años y tienen muchos kilómetros en sus piernas.
*La siguiente edición será el año 2003. Pero si no queréis esperar tanto tiempo el año 2000 se celebrará una nueva edición de la Boston – Montreal – Boston, la réplica americana de la PBP. Si alguien se anima...
Anécdotas y curiosidades
*El recorrido está marcado con flechas rojas a la ida y blancas a la vuelta, sin que haya personal de la organización en los cruces, ni siquiera para el grupo de cabeza. Por ello no es difícil perderse si no se está atento o si el cansancio y el sueño van venciendo. El pelotón principal se despistó en un cruce lo que les privó de intentar batir el récord de la prueba. A algunos de los nuestros, como a Fernando Villalba de Bilbao y Félix Casado de Madrid, un despiste les hizo pedalear durante casi 50 km extras, y condujo al primero a pillar una pájara sonada.
*También el sueño y las prisas hicieron que una americana olvidase su tarjeta para el control de sellado en un avituallamiento nocturno al cambiarse de maillot en su coche de apoyo. Por suerte para ella en el siguiente control la recuperó, porque sin la tarjeta con todos los sellos correctamente certificados no se obtiene clasificación oficial.
*Hubo un veterano participante francés que hizo todo el recorrido con su bicicleta de piñón fijo, y ya son varias ediciones las que completa la PBP de esta forma.
*Eduardo Pereda, de Balmaseda (Bizkaia) tuvo que hacer 4 km con sólo un pedal al romper el eje del otro hasta llegar a un control donde pudo comprar un par de pedales nuevos en el puesto de asistencia mecánica.
*Las pájaras están a la orden del día, y había algunos que casi no acertaban a entrar en los avituallamientos, a pesar de tener la puerta una anchura más que considerable.
*El ansia de no parar condujeron a más de uno a dormirse en la carretera, en paradas de autobús, cabinas de teléfono, bajo un árbol, o debajo de un monumento. Por la noche se ven participantes dormidos en cualquier sitio por no saber elegir el momento adecuado para dormir en uno de los controles habilitados al efecto.
*La participante más joven fue una francesa de 18 años que llegó poco antes del cierre de control.
*La fama les precede. En la meta vimos a un participante ruso que sacó de su bolsa una botella de vodka (muy bueno según los que lo probaron). Al de poco tiempo la botella estaba vacía. Salud tovarich.
*Es costumbre en esta prueba el intercambio de maillots entre los participantes de distintos países. Así conseguí un maillot australiano y una gorra de Rusia, y me quedé con las ganas de hacerme con un maillot de la “república de California” y de otro de Alaska.
La otra París – Brest – París
Para la mayoría de los participantes ésta es una prueba en lo que lo importante es llegar. Algunos se marcan un tiempo, pero sin que se desvivan por conseguirlo. Sin embargo hay un pequeño grupo de cicloturistas que a la hora de preparar esta prueba y a la hora de disputarla se convierten en corredores y buscan entrar en la leyenda de la PBP ganando y batiendo el récord.
Es impresionante, alucinante, espectacular (podéis poner todos los adjetivos que queráis) ver cómo afrontan la llegada a los controles de sellado los participantes del grupo de cabeza, sobre todo en los primeros controles donde el grupo es numeroso y no se ha hecho la selección importante. Los auxiliares les esperan preparados como en las carreras de ciclo-cross, con recambios, bidones, bolsas de comida, ropa, etc. Están entrenados para que el tiempo empleado en cada control sea el mínimo imprescindible, y abundan por doquier los gritos, empujones, caídas y nervios mientras los participantes acceden corriendo con sus zapatillas de ciclista al lugar donde les sellan la tarjeta, que normalmente está algo apartado de donde dejan las bicicletas.
En uno de los controles se pudo ver cómo a un participante, tras sellar la tarjeta, le cambiaban el maillot, le masajeaban en la espalda y le daban de comer mientras él orinaba delante de todo el mundo. Todo por no perder el grupo cabecero.
De todas formas este año no hubo récord absoluto al perderse el pelotón en un cruce. Sí hubo récord en tandem y en tandem mixto. Para los que gusten de estos temas hay que decir que los primeros en llegar fueron dos franceses, Cristophe Bocquet y Philippe Deplaix que hicieron un tiempo de 44 horas y 22 minutos. Los primeros participantes españoles en terminar fueron el alavés Guillermo Aberasturi (17º con 47 horas 47 minutos), el asturiano Juan Bosco Machín (50 horas 44 minutos), José Villar (55 horas 37 minutos) y el burgalés Tomás Olalla (57 horas 27 minutos).
(Publicado en “Ciclismo a fondo” en octubre de 1999.)