martes, 12 de junio de 2012

París Roubaix: el infierno más dulce



Miedo. Eso es lo que siento tras inspeccionar el último tramo de pavé el día previo. He leído y oído mucho sobre esta carrera y esta marcha, he visto muchas ediciones por la tele, he imaginado muchas veces lo que sería rodar por estas piedras legendarias y sentirlas en primera persona. Pero todo lo que me había imaginado no sirve para nada. Los 1.400 metros del pavé de Hem, que además no son de los peores, me enseñan la cruda realidad. Rodar por aquí en bicicleta es durísimo y es verdad que decir que es un infierno no queda muy alejado de lo que siento.

Mientras pedaleo estos pocos centenares de metros el miedo me atenaza. ¿Cómo voy a pasar mañana los más de 54 kilómetros totales de pavé? ¿Seré capaz de hacerlo? Terminamos el tramo y por primera vez desde hace muchos años me voy a enfrentar a una marcha cicloturista en la que no tengo nada claro que sea capaz de llegar a la meta, y eso me deja una sensación muy extraña y un tembleque por todo el cuerpo que no solo se debe a las piedras. Además, justo cuando estábamos terminando el tramo se ha puesto a llover y Aitor cae al suelo delante de mí estrepitosamente. El pronóstico para el domingo es de lluvia casi todo el día. Miedo, mucho miedo. Miedo a caerme, miedo a no terminar, miedo a sufrir.

Damos la vuelta para volver al Hotel y esta vez, con el pavés muy mojado, ruedo buscando la cuneta, que por lo menos este tramo la tiene y puedes esquivar lo peor. Mientras rodamos hacia el velódromo más famoso del mundo del ciclismo no sé qué pensar. Estoy confuso y nervioso por lo que he visto.

A la una de la mañana suena el despertador. Tenemos que salir temprano para coger el autobús de la organización que nos va a llevar a Bohain-en-Vermandois, donde nos darán la salida oficial. No llueve. Duermo algo en el viaje. Menos mal.

Amanece y el cielo no está demasiado amenazador. Cruzo los dedos. A las seis llegan los últimos amigos que han dormido en Bohain y empezamos a rodar. Solo tenemos 22 km hasta el primer tramo de pavés y quiero llegar pronto para quitar los temores y para empezar a sufrir cuanto antes. Si hay que pasarlo que sea rápido.

Se ha formado un bonito pelotón y cuando estamos ya cerca de este primer tramo de 2.200 m (y que lleva el nombre del gran Stablinsky) me voy a cola del grupo siguiendo las enseñanzas del gran Marino Lejarreta. No soy precisamente muy hábil en la bici y no quiero entrar de los primeros y provocar caídas a los que me tengan que pasar, que serán muchos, supongo.

Y por fin, ahí delante está el pavé. Es ligero descenso por lo que se entra rápido y la sensación al empezar a botar es brutal. Sé que es mejor coger el manillar por arriba, pero entonces las manos me quedan lejos del freno y el miedo me hace asir el manillar de las manetas. Sufro más, pero mantengo un ligero control sobre la velocidad y puedo evitar el acercarme demasiado a los que tengo delante. La sensación es horrible. Los botes de la bici me impiden pedalear con un mínimo de coordinación y las manos casi no pueden controlar el manillar. No quiero acercarme al de delante porque temo que si él tiene que hacer un giro brusco me caeré, y las piedras tienen pinta de ser muy duras.

Voy pasando los metros y ya he perdido a mis amigos. Empiezo a hacer cálculos y creo que si todos los tramos los paso así, quizás llegue a meta para cenar. De repente el tramo se bifurca y seguimos rectos, pero enseguida unos gritos nos avisan de que era para la izquierda. Retrocedo, cojo el camino bueno y al de poco salgo del pavé. De mis amigos la mayoría se han ido por la ruta mala. Es normal, vas rápido, te emocionas y tiras todo recto.

Me paro, veo que todo en la bici está en su sitio y decido seguir a mi ritmo. Viendo la velocidad con la que he pasado el pavé seguro que más adelante me dejará atrás todo el mundo.

A partir de ahora ya es una sucesión sin fin de tramos de pavés y tramos de asfalto. Ni me preocupo de mirar lo que queda para cada tramo ni lo que miden. Solo trato de rodar bien en el asfalto y pasar los pavés de la mejor manera posible. Increíblemente para mí, a partir del segundo tramo empiezo a disfrutar de los adoquines. Al tomarlos en grupos pequeños y ser más llanos puedo agarrar el manillar de arriba y controlar la velocidad sin miedo a caerme. Las cubiertas de 28 mm sin mucha presión y la doble cinta de manillar amortiguan bastante y aprendo rápidamente a rodar por el medio del pavés.

Tras cuatro tramos de pavé llego muy animado al primer control. La bici va bien y empiezo a ver que podré terminar esta marcha. Del control salimos todos los amigos juntos. Algunos ya van sufriendo más de lo que esperaban. La lesión de la rodilla que me ha tenido casi todo el mes de mayo parado me empieza a molestar, y como voy más cómodo con un desarrollo un poco duro, casi sin querer me empiezo a ir del grupo. Cojo un ritmo de crucero cómodo y voy entrando en los pavés con cada vez más confianza. Incluso en los tramos paso a mucha gente y ya no me da miedo ir pasando de la zona central a los costados para pasar a grupos y para buscar en cada tramo la mejor trazada.

No me lo creo pero estoy gozando con esto. Estoy haciendo la París Roubaix y estoy rodando fuerte en los pavés. La bici bota de manera alocada, las manos reciben mil golpes por minuto, la cabeza y la espalda suben y bajan con cada piedra que piso, es como intentar rodar fuerte mientras alguien te agarra de la bici y te zarandea como un loco. La velocidad es muy baja para el esfuerzo que estoy haciendo en un terreno llano. El pavés en llano, ya lo comprobé hace tres años en Flandes (aunque el de allí es bastante light), es como subir un repecho de más del 10% en plato grande en cuanto al esfuerzo. Pero hay que añadirle el sufrimiento del traqueteo y de los golpes que estás recibiendo todo el rato.

Y así, muy animado y creyéndome tocado por la varita mágica del dios Tom Boonen, llego al control de Aremberg. Sello la hoja de ruta, como algo, cojo agua y salgo hacia el bosque de Aremberg, uno de los tramos míticos.

Lo ves desde lejos porque es una recta muy larga y además hay público. Saco unas fotos y empiezo a rodar por el medio y me doy cuenta en pocos metros de por qué es tan famoso. Es mucho peor que los tramos anteriores.

No sé por qué se dice que los tramos son de pavé. Es mentira. El pavé son los tramos adoquinados que hay en algunos pueblos y ciudades. Son piedras, sí, pero colocadas con orden. En la París Roubaix las piedras no están colocadas con orden, sino que las pusieron tal y como las iban cogiendo. Pues bien. En Aremberg no es que estén mal puestas, es que las pusieron para hacer el mayor daño posible a los ciclistas. Es horrible. La bici bota de forma increíble y casi es imposible mantener la línea recta. Además, cada pocos metros hay baches en los que caben tres bicis y no sabes ni cómo pasarlos. Es verdad que paralelo hay un arcén muy bueno por el que rueda la mayoría de los participantes. Pero no he venido hasta aquí para no sentir Aremberg en mis propias carnes.

Voy pasando el tramo como puedo a menos de 15 km/h y tratando de entender cómo es posible que los profesionales rueden por aquí a más de 40 km/h. Hay que tener una fuerza sobrehumana para hacer eso.

Veo el final y me sorprendo. Me había hecho a la idea de que era mucho más largo. Han sido 2.400 metros en donde solo me ha faltado la lluvia para saber qué es exactamente la París Roubaix. Mejor no lo veo con lluvia. Creo que así ya es suficiente.

Sigo mi cabalgada y paso dos tramos más de pavés. Ya noto que las piernas no están tan fuertes pero fugazmente me viene a la cabeza el pensamiento de que ésta es mi marcha, de que es en la que más estoy disfrutando. Pero en mitad de un tramo de los duros, de los que no tienen arcén por el que aliviar de vez en cuando la agonía, un quiebro para evitar una caída me provoca una dolorosa contractura en el muslo derecho, me quedo tieso y cuando intento sacar el pie izquierdo me da otro tirón en la pierna izquierda. No me puedo bajar de la bici y cuando estoy a punto de dejarme caer sobre la hierba logro sacar el pie y bajarme de la bici.

El dolor es insoportable y lo peor es que me quedan 90 km hasta la meta. Este mes sin entrenar ha hecho que mis piernas me digan que solo estaban preparadas hasta aquí, que no más.

Hace poco vimos la foto del cuadro de la bici de Jens Voight en el que lleva la inscripción "Shut up legs" (callaos piernas). Tengo que hacerlas callar como sea. Me estiro un poco, tomo un gel y glucosa. Me doy puñetazos en la contractura. Y finalmente vuelvo a montar. Yo no llevo la misma inscripción que el bravo ciclista alemán, pero llevo las iniciales de Félix del que me acuerdo en los momentos duros.

Sigo adelante.

Ahora voy con mucho cuidado y despacio. El siguiente tramo lo paso en plato pequeño intentando guardar las piernas. Nuevo avituallamiento y me paro un poco más. Luego, en un bar en el camino, me tomo un café cargado de azúcar.

Los siguientes kilómetros de asfalto parece que me sirven para recuperar un poco las piernas y logro retomar un ritmo decente, pero ahora en cada tramo de pavés busco desesperadamente las cunetas, la hierba y cualquier lugar que haga la tortura más llevadera. La rodilla ya no me molesta, porque ahora todo mi dolor se concentra en el muslo y en las manos, en las que tengo varias rozaduras y ya no puedo asir el manillar con comodidad. Me quedan más de 50 km de sufrir, pero sea como sea sé que llegaré a la meta.

Los tramos de pavés de esta zona casi no tienen escapatoria y los afronto con resignación. Además, aunque sobre el papel son cortos, la realidad es que termina uno, cruzas una carretera y te metes en otro, así que apenas te dejan alivio para tus males, que a estas alturas ya son muchos.

En la cabeza ya empieza a sonar un nombre: el carrefour de l'Arbre, el último duro, el otro tramo mítico. Y a fe que no desmerece su fama. No tiene arcén y se hace muy largo. Sufro muchísimo en cada bote por las manos y porque ya no tengo apenas fuerzas. Ya no creo que ésta sea mi carrera, pero la voy a terminar. Cuando se acaba el carrefour de l'Arbre me saco una foto junto al famoso café que hay al final. Ahora vienen unos kilómetros de asfalto en los que me recupero un poco. Solo me queda el tramo de Hem, el que reconocimos el día anterior. Por lo menos sé que tiene un arcén y sé que es el último.

Lo paso con más pena que gloria y empiezo a saborear el placer de terminar una marcha en la que he sufrido tanto. No sé si será la carrera profesional más dura, pero desde luego es la más difícil de ganar.

Entro en Roubaix y accedo al velódromo. Se oye la campana y me emociono. Voy levantando el puño, como Boonen. Pero el bueno de Tomeke se lo enseñaba a su director y yo me lo enseño a mí mismo, a mi padre, que falleció hace dos meses, a mi amigo Javi, que falleció de forma repentina hace dos semanas, a mi familia, y a mi amigo Félix, cuyo nombre rueda conmigo en la bici. Soy tan feliz que quisiera llorar, pero no me salen las lagrimas, nunca lo hacen.

He conseguido terminar la París Roubaix y el orgullo y la satisfacción de haberlo hecho me acompañarán toda la vida. Según escribo esto aún me duelen las manos. Sé que se pasará pronto, pero, no sé, casi prefiero que no se me vaya este dolor.











14 comentarios:

eneko dijo...

Zorionak Javi. Me ha emocionado leerlo.

Javier Sánchez-Beaskoetxea dijo...

Mila esker, pozten naiz.

Gontzal dijo...

Menudo crack estás hecho, ¡habrá que empezar a tratarte con respeto! jeje. Un abrazo Javi, eres GRANDE.

Iñaki Sagardui dijo...

La verdad Javi, se emociona uno leyendo tu París-Roubaix con tanto lujo de detalle. La impresión que me queda es simplemente que te has convertido en bastante más que en Cicloturista, ponle tu el título, siempre es un placer disfrutar contigo en bici (también fuera)y a partir de hoy tendré la sensación de ir con un tipo muy GRANDE.
ZORIONAK

cristian thomas dijo...

Enhorabuena Javier..! Me emocionó tu escrito, sobre todo el final.
Cuantas vivencias, cuantos recuerdos,cuantos instántes inolvidables,cuanta la emoción que nos mueve...Un Abrazo.

Iñaki dijo...

Que gran relato Javi, me dolia a mi tambien las manos y las piernas!!!

Un saludo

Agustí dijo...

felicidades,
lo digo por experiencia, la hice en 2004 (te dejo elenlace de "mi cronica" de esos momentos)
http://marmotte2000.blogspot.com.es/
tengo entendido que este año la han recortado?
una buena experiencia.
saludos.

Félix dijo...

Aúpa Javi!Buena carrera y buen relato!!
Con el es un poco como hacer trampas
Es como si hubiese estado en el pavees...!
Sigue así, que con este blog siento las sensaciones de la carretera y aplaco un poco el alma.

Javier Sánchez-Beaskoetxea dijo...

Gracias Félix, seguiré escribiendo para que sigas pedaleando conmigo.

Javier Sánchez-Beaskoetxea dijo...

Este año eran 210 km, con 54 de pavés. Han quitado unos 50 km de asfalto del principio.

Chabier dijo...

Hola Javi,
Soy uno de los dos de Sabi (Edelweiss) con los q compartistes kms en Roubaix. Me ha gustado la entrada, realmente transmites lo q es rodar por esas tierras (bueno, o piedras, según se mire). Yo también tengo un blog y un día de estos escribiré sobre mi experiencia en Roubaix. Ya te dejaré aquí el enlace para q lo puedas leer. Hasta pronto!!

Javier Sánchez-Beaskoetxea dijo...

Aupa Chabier. Espero tu enlace y me alegro de haberte conocido y compartido con vosotros algunos tramos de la legendaria P-R.
No te olvides de darles recuerdos a Luis y Tere.

Anónimo dijo...

Estaba convencido de que lo conseguirías, no me cabía ninguna duda.

Grande, grande, Javi.

Por una vez.....CAMPEÓN.

Félix Casado

eltoro dijo...

muy buen relato, tuvo que ser increible la experiencia, ojala algun dia sufra yo ese dolor que describes, ese dolor de felicidad. Enhorabuena y ojala cumplas tus retos