Ya sé que es lo que siempre se dice, pero
nuestro padre era una buena persona, a más de uno nos costará llegar a su
altura. Distante y serio a veces; divertido e ingenioso muchas veces;
inteligente siempre. Nos enseñó muchas cosas, o trató de hacerlo al menos. Nos
transmitió una buena cultura. Trató de inculcarnos sus creencias religiosas,
con nulo éxito en algunos casos. Trató de traspasarnos su amor hacia Euskadi,
con más éxito esta vez. Trató de enseñarnos a sufrir en silencio, o sea, a
resignarnos, aunque no siempre lo lograra. Nos enseñó a estar a gusto en
soledad. Pero sobre todo nos enseñó a mirar las cosas siempre de una forma
diferente, con otros puntos de vista.
Aunque su vida empezó con modestia, su
trabajo nos permitió disfrutar de una cierta comodidad y todos sus hijos
pudimos acceder a los estudios que elegimos. Pero nunca dejó de transmitirnos
una mirada al mundo pensando en los que no tienen tanta suerte. Y no se trataba
de una visión religiosa, sino de una visión ética de la justicia social.
Estamos seguros de que nuestro padre fue
feliz. Sus últimas palabras, ya con la cabeza ida y antes de perder
definitivamente la conciencia fueron, y espero no escandalizar a nadie,
"yo lo que quiero es follar". No se lo tomemos literalmente. Es una
filosofía de vida que quiere decir, sencillamente, "yo lo que quiero es
ser feliz". Intentemos hacerle caso.
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