Os subo mi último artículo publicado en la revista Pedalier, que acaba de salir al kiosco.
No bebáis mucho.
Si una es buena...
Este verano, al término de una de las etapas de la Transpirenaica que hemos organizado desde Giant Tours, mientras tomaba una cerveza con uno de los participantes, un neozelandés llamado John, charlábamos acerca de que los médicos dicen que tras hacer deporte la mejor bebida es la cerveza. Fue entonces cuando John me dijo una frase de ésas que se te quedan grabadas en la mente y que sirven para citarlas en muchos momentos tras una salida en bici. Y la frase en cuestión era: “Si una es buena, dos son mejor”. Bueno, él me lo dijo en inglés y con acento raro, lo que daba más credibilidad a la veracidad de la sentencia, por lo que no hizo falta que me diera argumentos médicos para que me quedara convencido de que tenía razón.
Así que, ahora, cada vez que termino una salida, una marcha, o un entrenamiento, aplico la demoledora lógica del colega del sur, y hago una regla de tres que más o menos relaciona el número de kilómetros recorridos y la dureza de los mismos, con el número de cervezas que he de tomarme para recuperar del todo.
Así las cosas, el domingo pasado, tras unas cuantas horas de pedaleo duro tratando de seguir la rueda de una grupetta de profesionales de mi zona, al llegar al bar donde se reagrupó la gente, pedí una cerveza detrás de otra, a pesar de calcular que el número de cervezas que debía beber para restaurar el cuerpo a su ser sobrepasaba la reserva de dinero que llevaba en la cartera.
Pero uno no debe resignarse a la triste condición de ajustar su vida al vil metal que atesore en la cartera, sino que hay que poder equilibrar nuestra capacidad de gasto a nuestras necesidades, y más sobre todo si éstas están basadas en una irrefutable verdad médica, como es el caso de “Si una es buena...”. Así que recurrí a pedir una línea de crédito al camarero del bar (suerte que me conoce), para poder hacer frente al gasto en cerveza al que me enfrentaba.
Tras unas cuantas cañas, y cuando ya no quedaba ningún compañero ciclista en el bar, yo me dispuse a terminar el último canto regional con el que deleitaba desde la cuarta cerveza a la parroquia del local, muy animada por cierto, antes de levantarme y comprobar varias cosas, a saber: que la cuenta que debía era bastante más elevada de lo que había calculado ingenuamente; que todo lo que entra ha de salir; que hacerse paso hasta el baño entre la gente que se apiña en la barra es más difícil con zapatillas de ciclista que con zapato de calle; que las zapatillas de ciclista resbalan (cosa que ya sabía); que las escaleras de mármol son muy duras (cosa que también sabía, pero que no había comprobado tan vivamente nunca); que es difícil cambiar de agua al canario mientras te tambaleas, te frotas el golpe en la rabadilla con una mano y sujetas el culotte con la otra para efectuar la operación de micción con cierta puntería; que es muy complicado mantener el equilibrio sobre la bici tras recuperar el esfuerzo a base de cervezas; que el casco sí amortigua los golpes en la cabeza; que las manetas de freno se rompen más fácil de lo que pensaba; y finalmente (esto lo comprobé unos días después) que las manetas del freno si son buenas cuestan una pasta.
En fin. Que las cervezas, como bien decía la sentencia de John, me ayudaron a recuperar el esfuerzo. Eso sí, para recuperarme luego de las cervezas necesite varias horas de estar tumbado en el sofá más un par de aspirinas.
Dicho todo esto, quizás se debería matizar la frase del neozelandés y dejarla en “Si una es buena, dos son mejor. Pero eso no significa que tres sean aún mejor”. O lo que es lo mismo, todo es bueno con moderación y sin excesos.
En fin. Si bebes no conduzcas.
Así que, ahora, cada vez que termino una salida, una marcha, o un entrenamiento, aplico la demoledora lógica del colega del sur, y hago una regla de tres que más o menos relaciona el número de kilómetros recorridos y la dureza de los mismos, con el número de cervezas que he de tomarme para recuperar del todo.
Así las cosas, el domingo pasado, tras unas cuantas horas de pedaleo duro tratando de seguir la rueda de una grupetta de profesionales de mi zona, al llegar al bar donde se reagrupó la gente, pedí una cerveza detrás de otra, a pesar de calcular que el número de cervezas que debía beber para restaurar el cuerpo a su ser sobrepasaba la reserva de dinero que llevaba en la cartera.
Pero uno no debe resignarse a la triste condición de ajustar su vida al vil metal que atesore en la cartera, sino que hay que poder equilibrar nuestra capacidad de gasto a nuestras necesidades, y más sobre todo si éstas están basadas en una irrefutable verdad médica, como es el caso de “Si una es buena...”. Así que recurrí a pedir una línea de crédito al camarero del bar (suerte que me conoce), para poder hacer frente al gasto en cerveza al que me enfrentaba.
Tras unas cuantas cañas, y cuando ya no quedaba ningún compañero ciclista en el bar, yo me dispuse a terminar el último canto regional con el que deleitaba desde la cuarta cerveza a la parroquia del local, muy animada por cierto, antes de levantarme y comprobar varias cosas, a saber: que la cuenta que debía era bastante más elevada de lo que había calculado ingenuamente; que todo lo que entra ha de salir; que hacerse paso hasta el baño entre la gente que se apiña en la barra es más difícil con zapatillas de ciclista que con zapato de calle; que las zapatillas de ciclista resbalan (cosa que ya sabía); que las escaleras de mármol son muy duras (cosa que también sabía, pero que no había comprobado tan vivamente nunca); que es difícil cambiar de agua al canario mientras te tambaleas, te frotas el golpe en la rabadilla con una mano y sujetas el culotte con la otra para efectuar la operación de micción con cierta puntería; que es muy complicado mantener el equilibrio sobre la bici tras recuperar el esfuerzo a base de cervezas; que el casco sí amortigua los golpes en la cabeza; que las manetas de freno se rompen más fácil de lo que pensaba; y finalmente (esto lo comprobé unos días después) que las manetas del freno si son buenas cuestan una pasta.
En fin. Que las cervezas, como bien decía la sentencia de John, me ayudaron a recuperar el esfuerzo. Eso sí, para recuperarme luego de las cervezas necesite varias horas de estar tumbado en el sofá más un par de aspirinas.
Dicho todo esto, quizás se debería matizar la frase del neozelandés y dejarla en “Si una es buena, dos son mejor. Pero eso no significa que tres sean aún mejor”. O lo que es lo mismo, todo es bueno con moderación y sin excesos.
En fin. Si bebes no conduzcas.
1 comentario:
egunon xavalote ....yo birra en verano siempre , la Moritz me da alassss.
buena crònica!
desde catalunya molta SALUT.
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