“Sostiene Pereira”
Sostiene Pereira que el
periodista siempre debe denunciar las injusticias, aunque tan sólo se ocupe de
una sección de literatura. Sostiene Pereira que el periodista siempre debe
decir lo que ocurre a su alrededor y que él debe ser el que primero que se atreva
a exponer sin temor lo que pasa en el mundo, aunque de lo que pase nadie se
atreva a hablar.
Sostiene
Pereira que su historia, narrada por la excelente pluma de Antonio Tabucchi, no
es un texto histórico, pero que a través de un comentario aquí y una insinuación
allá, nos aproxima a lo que ocurría en Portugal, y en Europa, en los años 30
del siglo pasado.
Sostiene
Pereira que tampoco es un libro político, aunque el trasfondo político que
contiene es demasiado alto como para hacerle caso. [1]
Pereira
sostiene que su relato es sólo la historia de un viejo periodista viudo a cargo
de la página cultural de un diario cualquiera. Todo su mundo se condensa en su
solitaria redacción, su casa y el restaurante donde come, un día sí y otro
también, una tortilla de finas hierbas y donde bebe limonadas. Curiosamente, y
pese a su profesión, es en el restaurante, a través del camarero, donde se
entera de lo que ocurre fuera de su mundo. [2]
Pero,
sostiene Pereira, su vida da un giro inesperado cuando otro periodista, joven y
con más ganas de vivir, irrumpe en su vida. Monteiro Rossi, que así se llama
este joven impulsivo, hace que la historia que nos narra Pereira comience a
correr y despierta, sostiene Pereira aunque sin confesarlo claramente, al
verdadero Pereira que siempre quiso ser. Sostiene Pereira que su historia es,
en cierta forma, la de un converso.
Pereira
sostiene que, en el fondo, quiere realizar un llamamiento a la conciencia
dormida de muchos periodistas y a liberarles del miedo al compromiso que
atenaza a tantos profesionales. Sostiene Pereira que se puede luchar entre
líneas y que se puede luchar abiertamente, asumiendo todas las consecuencias,
pero que es imposible que alguien como él, con sentido de la dignidad y de la
justicia, pueda convivir mucho tiempo con la injusticia y la agresión a los
débiles.
Pero, ¿qué sostiene Tabucchi?
Según una entrevista que
Asbel López, periodista del “Correo de la UNESCO”, realizó a Antonio Tabucchi
en 1998, éste sostiene que “cuando
un crimen ofende la naturaleza humana, nos ofende también personalmente. Te
sientes al mismo tiempo escandalizado y culpable” [3].
Esta es la razón por la que escribió “La cabeza perdida de Damasceno Monteiro”,
y también, sin duda, “Sostiene Pereira”.
Sostiene Tabucchi que el periodista, el escritor, no
debe ser un mero espectador y narrador de los hechos, cuando es necesario debe
intervenir para intentar mejorar las cosas.
En la
misma entrevista, Tabucchi sostiene que: “la democracia no es tampoco la
perfección. Hay que mejorarla, y para ello hay que vigilarla y permanecer
siempre atentos. Pensé entonces que debía sobrepasar el hecho real y hablar a
través de una novela, encargarle a la ficción este hecho violento. Si escribía
una novela, mi emoción y mi indignación encontrarían un modo de expresión más
amplio porque es más simbólico, aplicable a muchos países de Europa”. Y
continúa sosteniendo: “Yo reivindico el derecho a las tomas de partido
ocasionales. Cuando una cosa oscura está pasando en el mundo o en tu casa,
tienes el deber de salir a explorar este problema para ver si lo detectas, lo
particularizas, lo transmites y das la alarma: ‘Cuidado, está pasando esto en
mi casa, en mi ciudad, o en el mundo, que también es mi casa.’ De lo contrario
el intelectual sería un personaje completamente insensible que dice: ‘Algo
sucio está pasando en mi casa, pero no puedo interesarme en él porque estoy
organizando el catálogo de la próxima exposición de pintura del museo de mi
ciudad’.”
Así que, sostiene Tabucchi: “si la función de un
político es tranquilizar, mostrar que todo anda bien gracias a su presencia, la
mía es desasosegar, poner a dudar a la persona. La facultad de dudar es muy
importante para el hombre ¡Caramba, si no dudamos estamos perdidos! El
intelectual va a dudar, por ejemplo, de una doctrina religiosa fundamentalista,
de un sistema político exacto e impuesto o de una estética perfecta, que no dan
cabida a ninguna duda. (...) La función del intelectual y del escritor es dudar
de la perfección. En la perfección creen los teólogos, los dictadores y el
pensamiento totalitario”.[4]
La espiral de silencio
La teoría de “la espiral de
silencio”, expuesta en los años 70 del s. XX por la socióloga alemana Elisabeth
Noelle-Neumann, viene a explicar que en una sociedad las ideas menos correctas
políticamente son sistemáticamente silenciadas por los medios de comunicación y
por los propios individuos, que al no ver reflejadas sus ideas en la prensa
asumen que no son ideas acordes al pensamiento mayoritario y optan por no
hablar de ellas en público para no sentir un rechazo social por parte de la
mayoría que, al parecer, piensa diferente a lo que ellos piensan. Así, por un
efecto multiplicador, las ideas más “políticamente correctas” son divulgadas en
mucha mayor medida que las ideas menos correctas, llegando a casi desaparecer
de las conversaciones ideas que muchas veces están en la mente de muchos. [5]
Esto,
aunque no lo llamaba “espiral de silencio”, ya lo explicó el gran sociólogo
francés Alexis de Tocqueville [6]
con el caso de la Iglesia en la Francia de mediados del s. XVIII. Según él:
“los que
seguían creyendo en las doctrinas de la Iglesia tenían miedo de quedarse solos
con su fidelidad y, temiendo más la soledad que el error, declaraban compartir
las opiniones de la mayoría. De modo que lo que era sólo la opinión de una
parte de la nación llegó a ser considerado como la voluntad de todos y a
parecer, por tanto, irresistible, incluso a los que habían contribuido a darle
esa falsa apariencia.”
El Dr. Fermín Galindo, profesor del Departamento de
“Ciencias da Comunicación” de la Facultad de Ciencias da Información de la
Universidad de Santiago de Compostela, en un artículo titulado “El periodista,
ante la espiral de silencio” y publicado en la Revista Latina de Comunicación
Social” (La Laguna -Tenerife, abril de 1998, nº 4), dice lo siguiente:
“En los
años noventa, el papel que ocupan, o que deben tener, los periodistas en la
opinión pública ha ocupado un espacio central en la actualidad política e
informativa. Se ha escrito mucho sobre este asunto, ya sea sobre el periódico
como actor político (Borrat,1984), sobre la relación entre el poder y la prensa
(Sinova, 1995), sobre la función del periodista en el espacio público (Dader,
1992) y en general sobre las múltiples relaciones encontradas entre el poder y
los medios de comunicación. (...) Éste es un tema complejo, pero es sabido que
la posición de los medios, o un cambio en la posición de los medios, suele
preceder a un cambio en las actitudes personales. La conducta de la gente se
suele adaptar a la evaluación del clima de opinión pero, recíprocamente,
también influye en las evaluaciones del clima de opinión en un proceso de
retroalimentación que suele provocar una suerte de tendencias de opinión de
distinta intensidad, pudiendo alcanzar su máximo grado en la conocida como
espiral de silencio”.
Casi podemos decir que la opinión pública no es un
reflejo de lo que piensa el público, o sea la gente, sino más bien es el
reflejo de lo que la gente piensa que piensa la gente. [7]
Los medios de comunicación, además, como dice Fermín
Galindo, colaboran decisivamente en esta espiral con un objetivo claramente
económico. Un medio no puede permitirse el lujo de estar continuamente dando
opiniones contrarias a la mayoría. Tan sólo los medios marginales lo pueden
hacer, pero están reducidos a eso, a ser marginales. Un medio que quiera
abarcar a grandes sectores del público debe, en general, seguir la estela de lo
que manda la opinión pública. Así, como el público tiende a decir que opina lo
que dicen los medios, y los medios tienden a opinar de lo que la gente dice que
opina, la espiral se va completando y va dando vueltas sobre sí misma más y
más.
Algunas críticas a la teoría de la espiral de silencio
Si bien la teoría de la
espiral de silencio parece muy sólida y que siempre se debe cumplir, creo que
debemos considerarla como un paradigma que, como todo paradigma, funciona bien
hasta que deja de funcionar.
Como todo lo
que se explica por las ciencias sociales por medio de paradigmas, esta teoría
de la espiral de silencio no es más que una explicación de lo que dentro de la
sociedad ocurre habitualmente. Pero esta explicación es válida hasta que surge
una explicación mejor. No ocurre aquí como con las ciencias naturales, o las
ciencias exactas, que ya hace tiempo que pasaron la fase de pre-ciencia y en
las que la mayoría de sus paradigmas ya son teorías perfectamente demostrables
y válidas universalmente. En las ciencias sociales todavía estamos hablando en
fase pre-científica, y los paradigmas de hoy son los errores del mañana.
Una de las
críticas que se le suele hacer a la teoría de la espiral de silencio es que su
autora se basó en encuestas, y precisamente son las encuestas las que son
puestas en duda por esta teoría.
Victor Sampedro, profesor de Opinión Pública de la
Universidad de Salamanca, en su reciente libro “Opinión pública y democracia
deliberativa”, apunta que la teoría de la espiral de silencio, como la de la
Agenda Setting o la de la aguja hipodérmica, percibe al público indefenso ante
unos medios controlados por grupos de poder. Para él la espiral de silencio “no
es la ley única e inapelable de la opinión pública porque exige unas
condiciones determinadas (...) y ni el miedo al aislamiento es el único motor
de la expresión de opiniones”.
Otra de las críticas que me atrevo a hacer es
exponiendo aquí un caso práctico, y para mí bastante claro, en el que no
funcionó este paradigma. Me estoy refiriendo a lo ocurrido en las últimas
elecciones al Parlamento Vasco, hace ahora un año.
Siempre se había apuntado que la gente que no vota es
por miedo a que se conozcan sus ideas, y que representa a un sector de la
población con unas ideas diferentes a los de los nacionalistas vascos, pero que
no se atreven a expresar sus ideas, por lo que lo que se percibe en las
conversaciones de la calle son principalmente las ideas nacionalistas vascas,
pero que en realidad no son tan mayoritarias como podría parecer.
Pues bien,
con el porcentaje de votantes más alto de los últimos años el voto a los
partidos nacionalistas vascos fue mayor aún que otras veces.
“Sostiene Pereira” y la espiral de silencio
Antonio Tabucchi nos
presenta en su novela “Sostiene Pereira” un ejemplo magnífico del dilema del
periodista ante este tipo de situaciones que pueden provocar una espiral de
silencio.
Durante
toda la novela se describen situaciones, como hemos visto, en la que el
protagonista, azuzado por la presencia de Monteiro Rossi y su novia, toma
conciencia de su entorno político y de su deber como periodista para con la
verdad y para con los demás. El personaje del camarero que le informa y le echa
en cara en parte a Pereira que no esté más comprometido, es quizás el que le
incita a romper con esta espiral de silencio.
Otro
personaje que aparece en la obra y que va minando la resistencia del viejo
Pereira a actuar es la señora Delgado, una mujer judía alemana que huye de una
Europa en la que los judíos no son bien vistos. En la conversación que tiene en
un tren con ella, Pereira se justifica ante la insistencia de la mujer en que
un periodista intelectual como él debe tomar partido:
“Quizá yo
tampoco esté contento con lo que está sucediendo en Portugal, admitió Pereira.
La señora Delgado bebió un sorbo de agua mineral y dijo: Pues, entonces, haga
algo. ¿Algo, como qué?, contestó Pereira.
Bueno, dijo la señora Delgado, usted es un intelectual, diga lo que está
pasando en Europa, exprese su libre pensamiento, en suma haga usted algo.
Sostiene Pereira que hubiera querido decir muchas cosas. Hubiera querido
responder que por encima de él estaba su director, el cual era un personaje del
régimen, y que, además, estaba el régimen con su policía y su censura, y que en
Portugal estaban amordazados, en resumidas cuentas, que no se podían expresar
libremente las propias opiniones, y que él pasaba sus jornadas en un miserable
cuartucho de Rua Rodrigo de Fonseca, en compañía de un ventilador asmático y
vigilado por una portera que probablemente era una confidente de la policía.
Pero no dijo nada de todo ello, Pereira, dijo solamente: Haré lo que pueda,
señora Delgado, pero no es fácil hacer lo que se puede en un país como éste
para una persona como yo...”. Pág. 61.
Y
finalmente Pereira, con prudencia pero con valentía, actúa y rompe el silencio
tras el asesinato en su misma casa, delante de sus narices, del joven Rossi.
Sabe que esto significa su destierro y su huida, pero a la vez sabe que es lo
único que puede hacer para poder estar tranquilo con su conciencia y con el
retrato de su mujer, sostiene Pereira.
Javier Sánchez-Beaskoetxea
Mayo 2002
Bibliografía
Noelle-Neumann, Elisabeth.
La espiral de silencio. Paidós, Barcelona, 1995.
Price, V. La opinión
pública. Paidós Comunicación, Barcelona, 1994.
Tabucchi, Antonio. Sostiene
Pereira. Anagrama, Madrid, 1995.
Sampedro Blanco, Victor. Opinión
pública y democracia deliberativa. Medios, sondeos y urnas. Istmo, Madrid 2001
[1] “...y ¿quién
podía tener el valor de dar una noticia de este tipo, que un carretero
socialista había sido asesinado brutalmente en Alentejo en su propio carro y
que había cubierto de sangre todos los melones? Nadie, porque el país callaba,
no podía hacer otra cosa sino callar, y mientras tanto la gente moría y la
policía era la dueña y señora.” Pág. 13.
[2] “...dudaba
de que los periódicos portugueses hablaran de los acontecimientos a los que se
refería el camarero.” Pág. 49.
[3] Esto es lo
mismo que dijo John Donne: “...la muerte de cualquier hombre me disminuye,
porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca hagas preguntar
por quién doblan las campanas; doblan por ti”.
[4] Algo
parecido decía Carl Sagan en una cita que ya incluí en el trabajo sobre “El
ciudadano Kane”: “El escepticismo tiene por función ser peligroso. Es un
desafío a las instituciones establecidas. Si enseñamos a todo el mundo (...)
unos hábitos de pensamiento escéptico (...), quizás desafiarán las opiniones de
los que están en el poder”.
[5] William Temple explica así
el paradigma de la espiral de silencio: el hombre “difícilmente esperará o se
arriesgará a introducir opiniones nuevas donde no conozca a nadie, o a pocos
que las compartan, y donde piense que todos los demás van a defender las que ya
habían recibido”.
[6] “Historia de la Revolución
Francesa”, 1856.
[7] “...la gente
no cuenta para nada, la opinión pública no cuenta para nada. Silva le miró y
dejó el tenedor. Escúchame con atención, Pereira, dijo Silva, ¿tú crees aún en
la opinión pública?” Pág. 55.
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